Cierto que las casualidades (combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar) existen, pero a veces la carambola se confunde con el trabajo y el esfuerzo. Es el caso del CD Lugo, que afronta su novena temporada en Segunda División, tras rozar el fracaso y superar, contra viento y marea, una agonizante final de competición. Juanfran, en solo seis jornadas, rompió todos los malos augurios, espantando los nubarrones al sumar catorce puntos de los dieciocho posibles, lo cual neutraliza cualquier eventualidad de chiripa, constatando su maestría y su habilidad profesional para recomponer el maltrecho estado anímico del equipo. Un éxito, sí, rodeado de polémica, que no cuestiona al Lugo, que al fin y al cabo resolvió sobre el campo lo que se le exigía para no perder la categoría, pero que concierne muy directamente a Deportivo y Fuenlabrada, aunque los coruñeses hubiesen descendido de cualquier manera, ganando o perdiendo. Cuesta entender que el Dépor se esfuerce con tanto ahínco para conseguir en los despachos lo que no resolvió como debiera, jugando. E imaginemos el pitoste si se hubiesen aplazado todos los partidos, con su incierta disputa, a merced del goteo pandémico. Posiblemente no hubiese finalizado la temporada.
