Opinión

Mendicidad

POR MUY escabroso que sea el reconocerlo, la mendicidad también es un negocio, no precisamente para los que la ejercen sino para quienes la controlan. Son muy pocos los mendigos que se posicionan por su cuenta en calles, puertas de iglesias y establecimientos; los más, pertenecen a organizaciones mafiosas, casi siempre rumanas, que practican la extorsión y el abuso entre indigentes, casi siempre de la misma nacionalidad, a los que tienen hacinados en pisos, desde los que se efectúa la distribución del trabajo en lugares ya marcados por un estudio de "mercado". Lo más lamentable es que los mendicantes actúan en condiciones infrahumanas, aguantando lluvia, vientos y chuzos de punta al descubierto, sin que se atrevan a abandonar sus posiciones por miedo a represalias. Cierto que no tienen muchas otras opciones de supervivencia, siendo la adversidad su distintivo, pero así y todo es intolerable que la autoridad no intervenga. Debería hacerlo, no ya para prohibir la mendicidad, que esa es otra cuestión, sino para desarticular a tales grupos mafiosos, lo que no parece tan difícil. Otra cosa es que su exterminio sea fácil, porque los tentáculos son muy alargados.

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