Opinión

Capitalismo

ENTRE EL dime y direte, dicen que Pablo Iglesias, horas después de comprar el chalé y antes de que se supiera, defendió ante los suyos más próximos lo difícil que será para el partido seguir combatiendo el capitalismo, quizá buscando una justificación, lejos de sospechar lo que se le venía encima. Un marrón que será difuminado por las bases en la consulta/chantaje por si debe o no seguir. Corresponde, supongo, a los indignados que acamparon en la Puerta del Sol exigiendo todo lo contrario; se entregarán como corderitos contribuyendo a consagrar la dacha de lujo de su líder, un antisistema de boquilla absorbido por el sistema y por la casta que simulaba combatir, demonizando conductas irrelevantes al lado de la propia. Ni la confundida militancia ni el fuego amigo, por lo que pueda pasar, se atreverán a moverle la silla, por mucho que los haya defraudado. Otra cosa serán los votantes oprimidos por el desencanto. Difícilmente olvidarán la mutación, no ya por la compra del chalé, una decisión que debería ser privada en lo normal, sino por la obscenidad colateral que sobrevuela la turbulencia, ocultando probablemente otras derivas. Y los adversarios no soltarán la presa.

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