Opinión

Campanas silentes

En las iglesias de los pueblos y aldeas de España quedan las campanas, si es que no las robaron los chatarreros o los campanarios que las sostienen se mantienen, pero no hay campaneros, casi todos desaparecidos por falta de uso en el repique. Ya no hay tañido de campanas para llamar a misa, o el rebato convocando a los vecinos para sofocar un incendio o espantar el trueno. O notificando la muerte de un parroquiano. En algunas iglesias fueron sustituidas por una grabación de megafonía, una aberración. Los avances de mensajería y comunicación lo han borrado, salvando alguna excepción. Enmudecieron para siempre, también por culpa del éxodo poblacional. Las campanas siempre fueron la enseña de identidad de los pueblos y de sus moradores. Por el sonido, se sabía perfectamente a cuál de ellos correspondía. Era el idioma de las campanas. Por desaparecer también desaparecieron casi en su totalidad los artesanos que las fabricaban. Menos mal que, según parece, hay una iniciativa en marcha, proyectada desde España, para conseguir que el toque manual de campanas sea declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Sería una manera de medio reparar un abandono ya irremediable.

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