Opinión

Barbie salvadora

NO parece que estemos en tiempo de barbies. Porque tampoco parece que el ansia principal de las niñas de hoy sea poseer y disfrutar de la muñeca Barbie, la más famosa de las muñecas desde hace más de medio siglo. Gozan de otras fórmulas más sofisticadas de entretenimiento, cosas de las que ocuparse, aunque sea a costa de dilapidar imaginación y quemarse los ojos ante un visor de juegos. ¿O solo es en apariencia? Pudiera serlo. El pasado año se vendieron en todo el mundo nada menos que sesenta millones de unidades, un número considerable, con una facturación de casi mil millones de euros. Desde que se creó, hace sesenta años, la cifra asciende a mil millones de piezas. De hecho, es prácticamente el único artículo de la juguetera (primera del mundo) que lo produce que crece, algo muy trascendente para la empresa estadounidense Mattel, cuya situación financiera es delicada, con descensos en sus ventas desde hace cinco años. Para ayudar al rescate de la compañía y levantar el vuelo, ahí está Barbie como artilugio de salvación. Tanto sirve para un roto como para un descosido, para colmar el sueño de millones de niñas, como para salvar de la ruina a quienes le dieron vida.

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