Blogue | Que parezca un accidente

Con razón mi padre era de Badajoz

DECÍA JULES Renard que el ingenio es al talento lo que el instinto es a la razón. No estoy seguro de que se trate de una analogía acertada, pero al menos me parece una frase ingeniosa.

Una de las formas de ingenio que más me interesa es la que se produce en la réplica. En la respuesta improvisada cuando es ágil e inteligente. En ocasiones basta con un fino ejercicio de sarcasmo. Otras veces consiste en una relación brillante de ideas. En muchos casos se trata de una frase inesperada que te descoloca mediante un razonamiento intachable o una lógica imposible pero aguda y oportuna. Dicen que esa clase de ingenio, esa chispa que algunos llaman retranca, viene incorporada de serie en los gallegos. Una circunstancia que explica por qué mi padre era de Badajoz.

Nunca se me ha dado bien el manejo veloz del ingenio. Soy una víctima de l’esprit de l’escalier, la reacción tardía al contestar, cuando ya ha pasado el tiempo suficiente como para no ser ocurrente. Tal vez por eso me dedique a escribir en lugar de a la venta de seguros. Y tal vez por eso me fascinen tanto algunas muestras de originalidad y viveza en el diálogo que la historia se ha encargado de indular.

Como aquella vez que un periodista le preguntó a Cela si le había sorprendido ganar el Premio Nobel de Literatura, a lo que el escritor gallego contestó que le había sorprendido mucho puesto que él esperaba ganar el de Física. O la respuesta que le dio Borges a una mujer que había acudido a darle el pésame por la muerte de su madre lamentando que hubiese fallecido a los noventa y nueve años, tan cerca de los cien. El autor argentino respondió: "No sabía que era usted devota del sistema métrico decimal". Aunque puede que mi favorita sea la ocasión en la que Jacinto Benavente invitó a su casa a un dramaturgo poco conocido y éste, al descubrir la enorme biblioteca, comentó: "Don Jacinto, con tantos libros ya se pueden escribir buenas comedias". Benavente le contestó: "Adelante, amigo, están a su disposición".

Hace un par de meses, Nórdica Libros publicó Correo literario, una colección de las respuestas que Wislawa Szymborska ofreció durante años a los lectores de la revista Vida literaria en su sección, una especie de consultorio para escritores aficionados cuyo contenido se encargó de filtrar y recopilar Teresa Walas en el año 2000 y que ahora han traducido al castellano Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Además de ayudarnos a entender la particular idea de literatura que manejaba Szymborska, descubrimos en esas respuestas —a veces indulgentes, a veces despiadadas— verdaderos ejercicios de ingenio que pivotan sobre una reflexión que se repite: "Ninguna clase magistral puede ayudar a crear talento".

Le comenté esta idea hace unos días al periodista y decano del Colexio de Xornalistas de Galicia Paco Sarria, lo que trajo una anécdota a su memoria. Hace quince años, me dijo, tuvo que entrevistar a Marcos Mundstock, integrante de Les Luthiers. Lo admiraba tanto que se había preparado la conversación a conciencia. Casi era capaz de adelantarse a sus respuestas. En un momento dado, el humorista le dijo: "Vamos a tener que parar la entrevista. Está usted siendo mucho más ingenioso que yo".

Quise responderle algo ocurrente, claro, pero no se me ocurrió nada. Soy un gallego bastante torpe. Con razón mi padre era de Badajoz.

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