Opinión

Cambio de señales

Imagino que si la Fiscalía General del Estado advierte de la existencia de contenido o mensaje machista en algunas señales de tráfico, se impone un cambio urgente de las mismas. ¡Retírenlas! ¡Será por falta de postes metálicos de señales! En demasiados casos desconozco su utilidad, más allá de formar parte del paisaje de la carretera. Ni cien metros sin un par de señales.

La autoridad que informa de la existencia de esta imagen machista en las carreteras podría ordenar que se actúe de oficio contra la autoridad o el funcionario que decidió la colocación de tales señales e incluso de quienes las mantiene todavía en la carretera.

No nos falta costumbre de cambiar señales de tráfico, retirar estatuas o placas de calles. Lo asumimos con normalidad. Hubo momentos, es cierto, que los ingenuos no sabíamos si cambiaban el límite de velocidad para realizar el oportuno gasto en señales o por cuestiones de seguridad.

Confieso que no me había percatado hasta hoy de la permanencia en las carreteras de esta muestra de machismo. No había captado el mensaje icónico. Admito mi falta de sensibilidad ante los muñequitos en los que un niño lleva de la mano a una niña, ambos con la cartera del colegio. Tampoco es que estén muy definidos.

Declaro solemnemente que cuando en la entrada de mi pueblo, allá en la noche del franquismo, colocaron un poste con doble señal, una con el niño y la niña y otra con curvas peligrosas —esa lectura la aprendimos mucho después— , la interpretación que se hizo fue la de ‘niños sueltos’. Una equiparación con la señal de una vaca. Esta ya desapareció. El acontecimiento de aquel poste, que por atrás firmaba MMM (Manufacturas Metálicas Madrileñas), lo celebramos como un anuncio de que la modernidad y el progreso podrían llegar algún día hasta allí. Como nos hartamos de esperar, nos fuimos casi todos y el pueblo se vació.

Confieso que cuando vi la noticia que nos advertía del mensaje machista en las señales de tráfico, también pensé si la Fiscalía General del Estado, dicho sea con todos los respetos, no tendría otras advertencias que formular a los legisladores y al ejecutivo. Cuestiones que ahora mismo que preocupen o sean del interés de la gente del común. No me entienda mal, si hay que cargarse los muñequitos, nos los cargamos aunque se vaya con ellos la memoria de mi infancia pueblerina.

Es cierto que ahí permanecen o han sido repuestas esas señales en aldeas y pueblos, como en la entrada del mío, donde ya no quedan ni escuelas ni niños. En estos casos, más que cambiar las señales podrían pintarle encima una gran equis, un fuera de servicio, o añadirle un mensaje que diga: no quedan niños ni niñas. No es que vayan a la escuela, no es que crucen la carretera, es que han desaparecido.

Lo correcto sería cambiar ese dibujo de niños por uno de ancianos, bien encorvados, apoyados en sus bastones. En el orden de colocación, quién va a la derecha y quién va a la izquierda, anciano o anciana, no me meto. Los modales que a mí me enseñaron de cómo colocarme, qué lado ceder, cuando caminase al lado de una mujer entiendo que entraría en la clasificación de machismo burdo o encubierto.

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