Opinión

Vivir con miedo

HAY MUNDOS ocultos que dan mucho miedo. Nos hacemos la ilusión de que están lejos, de que nos son ajenos. Pero a base de mirar para otro lado, esos microuniversos gobernados por la brutalidad acaban por estallarnos en la cara. 

En Lugo, donde tanto se presume de bajos índices de delincuencia, hace tiempo que mucha gente vive con miedo. Y su temor no es una percepción subjetiva. El fenómeno okupa, que tantas veces se ha querido blanquear, ha extendido la mancha contaminante por todas partes, pero hay quien se lleva la peor parte.

Los testimonios que llegan de A Milagrosa siempre han puesto  los pelos de punta, pero ahora la decisión de algunos vecinos de Yáñez Rebolo de romper la ley del silencio ha acabado por ponernos a todos contra un espejo que nos devuelve imágenes horribles. Tenemos vecinos que son rehenes en sus propias casas y que desde su lugar de encierro escuchan alto todos los días detalles de cómo piensan matarlos. Sabiendo del peligro que corren, la reacción de algunos amigos ha sido pedirles que no les saluden en la calle, no vayan a verse marcados también ellos con la señal de los condenados.

Quizás es que mucha gente cree que hay barrios a los que hay que dar por perdidos. Por eso, intuyo que lo peor de todo para esos vecinos debe ser sentirse tan solos, saber que el miedo se ha vuelto tan corrosivo que la respuesta de los demás es correr a esconderse en un lugar de sombras donde, quizás ingenuamente, creen que estarán a salvo.

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