Opinión

Desiertos humanos

Leí hace poco poco unas reflexiones de un viejo socialista lucense sobre el plan para implantar peajes en las autovías, medida que probablemente se nos puede venir encima en unos meses. Aunque me consta que es una persona libre, que no renuncia a su propia cabeza, hasta me pareció valiente que se atreviera a opinar en estos tiempos de prietas las filas y censuras políticas extremas que llevan a poner contra el paredón a cualquiera que no se dirija al amado líder cada cinco minutos con un 'si, amo'. Valoré que diera ese paso adelante crítico, a pesar que no decía siquiera que no a pagar por usar las carreteras. Solo advertía que había que mirar muy bien como se hacía, porque el resultado podía ser perjudicar economías como la gallega, agravando los efectos que tiene estar situados en la periferia del continente.

He vuelto a acordarme de esa voz discordante al escuchar hablar de ese viejo problema del despoblamiento y el envejecimiento que amenaza con dejar vacías provincias enteras y ese regurgitar de la memoria se explica por el convencimiento propio de que es la discriminación sistémica y continuada lo que nos ha traído hasta aquí, hasta ponernos en peligro de extinción.

Si usted vive en el quinto pino, a nadie le va a parecer mal que le cobren por usar una autovía, en el caso de que tenga la suerte de que alguna le pase cerca de casa. Y eso que con toda probabilidad coger el coche sea su única alternativa. Eso sí, sin duda se aplaudirá que el tren, por ejemplo, sea gratis para quien tenga la suerte de vivir en grandes áreas metropolitanas, en las que prescindir de conducir seguramente sea muy fácil.

Viendo los agravios, que vienen de siempre pero que van a más y se van actualizando con los tiempos en formas de nuevas ventajas para unos y desventajas para otros, lo que me extraña a veces es que aún quede alguien en tantos sitios en los que parece que lo razonable sería coger la maleta y largarse.

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