Opinión

Letargo parlamentario

La censura clásica es solo eso. Censura. Si el Gobierno pierde un voto de censura tiene que irse, así de fácil

DON PEDRO SÁNCHEZ quiere modificar la Constitución para facilitar la investidura del presidente. La verdad es que sorprende su voluntarismo. Si tiene dificultades para conseguir ser investido para lo que son precisos 176 votos en la primera votación y la mayoría simple 24 horas después, no se entiende que pueda considerar a su alcance, políticamente hablando, la mayoría reforzada necesaria para reformar la Carta Magna.

Saber sabe mucho de estas cuestiones, sin duda. Intentó una investidura con pocos diputados y fracasó, pero sacó adelante la moción de censura, cuando pocos creíamos que pudiera prosperar, aunque el censurado fuera Mariano Rajoy.

No obstante, el panorama no resulta muy halagüeño. Salvo que ceda ante podemos y sonría a rufián y al preso preventivo Junqueras, que maneja desde la prisión los hilos.

Sí, hay más combinaciones. Y suerte que tiene el candidato socialista. Con la composición del actual Congreso, otros, incluso con más diputados en sus filas, no tendrían ninguna posibilidad de superar el trámite de investidura. Veremos en que acaba.

Las elecciones fueron el 28 de abril y ahora, más de dos meses después, se constituye, ya formalmente en periodo de vacaciones parlamentarias —bueno, es un decir porque no han comenzado realmente sus actividades las señoras y señores diputados de la XIII legislatura que como quien dice está por comenzar—, un órgano parlamentario tan importante como la diputación permanente. Un escándalo a mi juicio, pero ya no es tiempo de escandalizarse por nada.

Recuerdo que Aznar dijo un día en una reunión del grupo que los parlamentarios que habían sido designados secretarios de estado renunciarían a sus actas, que legalmente podían mantener. Todos, dijo, salvo el secretario de estado de relaciones con las Cortes. Y comentó que los llamados a dimitir ya habían participado en la más importante tarea de los diputados. La investidura del presidente del Gobierno.

Y es que hay algo que hay que tener en cuenta, sin el hecho recientísimo acaecido en Grecia, de la inmediata asunción de sus funciones de jefe del Gobierno por Mitsotakis, horas después de la elecciones, nos deba confundir.

La dificultad de la investidura y del éxito de una moción de censura en la vigente Constitución española no es más que la lógica consecuencia de que incluso un presidente investido con mayoría simple solo pueda ser censurado por la mayoría absoluta de los diputados.

Y es que la censura se articula en la ley fundamental con arreglo a lo que la doctrina del derecho político denomina moción de censura constructiva, que requiere que esta se plantee con un candidato alternativo, y que, si prospera, la censura determina a la vez la investidura de quien se postula.

Exactamente lo que pasó con la moción planteada por el señor Sánchez al señor Rajoy hace ahora un año.

La censura clásica es solo eso. Censura. Si el Gobierno pierde un voto de censura tiene que irse, así de fácil.

Ahora bien... ¿cómo puede ser que el Congreso de los Diputados elegido en abril y constituido en junio siga paralizado? la respuesta es sencilla. La realidad entre nosotros es que el Congreso es principalmente una caja de resonancia del Gobierno, de tal suerte que un ejecutivo en funciones supone un parlamento expectante. Y en eso estamos.

Creo que lo mejor sería, visto que al señor Sánchez no le gusta el sistema de la investidura, y constituiría una curiosa novedad en un régimen parlamentario, que el jefe del gobierno fuera elegido directamente por la ciudadanía. Que eso a don pedro le gusta mucho. Es muy probable además que él hubiera ganado.

Cualquier cosa, menos esta siesta institucional, mientras la temperatura del país sigue alta, y no solo porque estamos ya en vísperas de la canícula.

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