Opinión

Lengua en el recreo

¿Es que es mejor una que otra de nuestras lenguas? ¿Es más culta una comunicación que otra? ¿Es más propia? ¿Una de ellas es ajena? ¿Cómo puede dialécticamente seguir aceptándose esta ignominia en silencio?

LE PREOCUPA mucho a la Plataforma per la llengua que los escolares de Cataluña hablen en castellano en el recreo (en el patio dicen, utilizando un término cutre y carcelario, expresivo claro, de su concepción del colegio, pienso yo). 

Por eso han iniciado una colecta para recaudar 30.000 euros, –poco me parece– para dar satisfacción a sus afanes y financiar la campaña que pretenden realizar con el fin de sensibilizar a los hablantes en los colegios para que se expresen en catalán en el recreo. En las aulas ya lo hacen así obligatoriamente, sea cual sea su lengua materna, porque el modelo de inmersión lingüística lo impone. No hay opción en la escuela pública en Cataluña de estudiar en la lengua común de todos los españoles. Y denuncian y arremeten, los que se autodenominan "dialogantes" contra quienes cuestionan tan lamentable e impositivo modelo trasgresor de derechos de las personas. Como si la lengua que todos compartimos fuera en esa comunidad, además de un mal, un postizo impuesto y circunstancial. En fin, una verdadera y lamentable técnica de desespañolización que nadie debería poder poner en práctica en el siglo XXI, y que debió impedirse por unos y por otros. Claro que fueron los socialistas catalanes del PSC inspirados por los señoritos de la generación de los Raventós, Serra, Maragall, etc. los que en su día apadrinaron el engendro. Y esa es la explicación. 

El objetivo ahora de la referida cuestación, dicen con descaro que es "poner en marcha una gran campaña de sensibilización" sobre el uso del catalán en las escuelas. Esta iniciativa es la continuación del estudio de incógnito en los patios de escuelas e institutos de Cataluña. 

La referida entidad dice que quiere que esta campaña sirva para "promover el uso social del catalán entre los más jóvenes, como herramienta fundamental de cohesión e inclusión sociales" y espera contar con "los principales agentes de la comunidad educativa". 

Lo primero que me cuestiono es que eso pueda ser posible. ¿Cualquiera, por muy plataforma que sea, y por mucho que la llengua sea su inquietud, puede hacer propaganda en las escuelas o dirigida a los escolares? No salgo de mi asombro con la pretensión de los que integran la plataforma. 

Lo segundo es lo que más me inquieta. ¿Es razonable que se haga propaganda acerca de la lengua que libre y espontáneamente utilicen los alumnos en las escuelas en su comunicación con los demás, en el patio, en el bar y en la clase, aunque esto último hay que pensar que es recriminado cuando acontece, según se desprende de lo que parece que se entiende que es la inmersión lingüística en las aulas catalanas? ¿Es que es mejor una que otra de nuestras lenguas? ¿Es más culta una comunicación que otra? ¿Es más propia? ¿Una de ellas es ajena? ¿Cómo puede dialécticamente seguir aceptándose esta ignominia en silencio? 

Es hora de proclamar el derecho a la libertad. Nunca podrá negarse, todo lo contrario, que se impulse y asegure el conocimiento por los escolares de nuestras lenguas distintas, empleemos la terminología correcta, del español o castellano. Pero todo lo que exceda de eso, las cosas como son, no es más que un atropello a la libertad, y por lo tanto algo no admisible. 

Si después de cuarenta años de régimen nacionalista en Cataluña, con su obsesión por la lengua, porque a su juicio es lo que les asegura el mantenimiento y la fuerza de su tinglado, después de las leyes denominadas de normalización lingüística, que en buena medida han sido imposición del catalán y exclusión forzosa, no libre, del castellano, luego de lustros de inmersión lingüística en las escuelas, en términos incompatibles con derechos fundamentales y propios de estructuras políticas autoritarias, tiene lo suyo que según estos figuras haya que hacer propaganda en los centros para, llamemos a sus propósitos por su nombre, persuadir, inducir, o más bien obligar ambientalmente a los escolares a comunicarse en catalán en el recreo. 

Así, precisamente por decenios de la misma retórica, que no ha sido sino un engaño enorme que pretende, parafraseando a Ramón Pérez de Ayala, tener ahora un nombre decente, hemos llegado a la desafección respecto a España de la que hablaba Montilla cuando dirigía la Generalidad, a la que aluden también otros definidores de lo que ha pasado en Cataluña: un eufemismo para denominar lo que expresado con claridad, por eso hablo de un eufemismo, sería la detestación y antipatía hacia lo español, y la falta de solidaridad con la sociedad española en consecuencia. De ahí lo de "España nos roba" y demás lindezas. 

La conjunción de propagandas expresas y subliminales y su reiteración, dificultan mucho que las personas, sobre todo los jóvenes y los adolescentes, puedan libremente formar su propio criterio, optar por lo que prefieran y como lo deseen. No cabe duda. 

Y en esta cuestión, por cierto, sería bueno que por estos lares del noroeste dejen de inspirarse tantos sujetos políticos, en fuentes no solo no acreditadas sino francamente malas, evitando así, en el futuro, crear problemas donde no los hay. 

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