Opinión

La intervención del Popular

TANTAS GARANTÍAS para unas cosas y tan pocas para otras. Con un informe que ponen en cuestión los actuarios del Banco de España, en horas 24 se fulminó una de las más veteranas entidades financieras de España, el Banco Popular, y con él, es obvio, al Banco Pastor, entidad gallega de gran tradición.

Da la impresión de que las instituciones europeas son muy garantistas con algunos derechos, pero cuando se trata de euros, la sutileza es poca, y los derechos fantasía. Solo así se entiende que se hayan aprobado, y ahora aplicado, normas que desconocen los títulos de dominio, que permiten convertir a los titulares de créditos, como son los que poseen lo que se denomina deuda subordinada, en accionistas, y que autorizan sin más a apoderarse de un patrimonio privado y disponer de él, con fundamento genérico en difusos intereses de preservación del mercado financiero.

Da la impresión de que las instituciones europeas son muy garantistas con algunos derechos, pero cuando se trata de euros, la sutileza es poca, y los derechos fantasía

¿Por qué tanta urgencia? ¿Por qué no se limitó, como se hizo en Liberbank, la acción de los bajistas en relación con las acciones? ¿Cómo pudo no observarse ni decirse nada hace un año cuando se lleva a cabo la ampliación de capital para fortalecer el balance? Fortalecer dijeron, no apuntalar, que si es cierto el final del relato, es de lo que se trataba. Y nadie objetó el folleto de ampliación. Y nada se descubrió, al parecer, en los reiterados test de estrés que llevaron a cabo competentes equipos de la Unión Europea.

Es un escándalo sin paliativos, y más, si como todo parece apuntar, se ha actuado así con el Popular y no se ha hecho lo mismo con varias entidades financieras italianas, que vaya si han tenido problemas de liquidez.

Y además, porque una cosa es tener problemas de liquidez y otra distinta que se trate del capital de la entidad. Y curiosamente se han mezclado una cosa y la otra. Este asunto se arrastrará durante años, se suscitaran innumerables procesos, se gastarán millones de euros en pleitos y litigios, y al final, nada o poco se aclarará. Una cosa si es cierta: si la vigilancia y el control de las autoridades financieras de España y de la Unión Europea solo sirve para al final adoptar decisiones de esta guisa, sobran los controles y quienes los ejercen. Para ese viaje no hacían falta alforjas.

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