Opinión

La fortuna de los audaces

EL ADAGIO latino ‘audentes fortuna iuvet’ la fortuna sonríe a los audaceses, en toda la significación de la palabra, un clásico, y además, su actualidad no parece que decaiga nunca, ni creo que fuera bueno que así sucediera.

Pienso que el líder socialista y Presidente en funciones Pedro Sánchez, a quien la fortuna ha premiado por su audacia, que es osadía o atrevimiento según el diccionario de la RAE, parece que se dispone a conseguir su objetivo, la investidura, con un nuevo reto: o se le otorga la confianza para gobernar en el mes de julio, o habrá elecciones en septiembre.

La verdad es que en un régimen parlamentario, pretender formar un gobierno monocolor con 123 diputados de 350 es desde luego osadía. Lo es ahora con los 123 parlamentarios socialistas, y lo era en 2016 con los 123 diputados del Partido Popular. Claro que ello es más factible cuanto más fraccionada esté la Cámara, y cuanto más desorientados estén los grupos políticos en sus objetivos. Cuando todas las formaciones lo están en alguna medida, como sucede en este tiempo, solo el poder es un objetivo valido y concreto, por eso, la postura de Ciudadanos y de su conductor Albert Rivera no es fácilmente comprensible y la de Sánchez es meridiana, como es inasequible en la consecución de alguna parcela de potestad la tra ma podemita.

57 diputados, los que forman el grupo de Ciudadanos pueden tener bastante signifi cación y relevancia, o no tener ninguna. Y esto último ocurrir. Las teorías del no a alguien, aunque se trate de Sánchez, no suelen proporcionar buena renta. El ¡Maura no! por ejemplo, dió paso al nacimiento de la izquierda española moderna, y no parece que ese fuera el objetivo de los partidos dinásticos del régimen de 1876, si es que alguna vez tuvieron alguno definido que no fuera el poder, plasmado entonces en lo que se ha conocido como el turno entre los partidos conservador y liberal. El fin del turnismo supuso el final de la restauración Canovista.

Algo más hay que plantear cuando se dirige a 57 diputados que el ¡Sánchez no! en el que parece enrocado el mandamás de Ciudadanos. Y mucho no se ve, o no lo muestran.

Y Casado tiene también oportunidades que debería aprovechar en el actual impasse de la escena política. Si las gestionara con acierto su estatura crecería mucho. No se puede ser siempre prisionero de lo previsible. Para eso no hay que pensar. Y aunque siempre es peligroso que algunos piensen demasiado, es preferible el riesgo que soportar la rutina estéril.

Dije en 1993, cuando Felipe González perdió la mayoría absoluta —tuvo en aquellos comicios 159 diputados, obteniendo el PP 141— que ese momento podía ser el de la formalización de un pacto histórico entre la social democracia y el centro derecha para dar estabilidad al sistema y asegurar el gobierno del partido ganador. A tal fin, sugerí, bien se que no gustó a muchos, que ofreciéramos a González la investidura en la segunda votación, con el solemne compromiso de que en su ocasión, el PSOE garantizara la del candidato del PP Ello hubiera supuesto que los partidos bisagras nacionalistas no hubieran podido condicionar, como lo hicieron, la política nacional, no para favorecer una alternativa más de su gusto, sino para conseguir objetivos propios de sus programas máximos con la consecuencia de diluir el equilibrio de la estructura estatal.

No saber ver los momentos entraña fracasos no pequeños, o la mayor dificultad para alcanzar el éxito. Ahora pueden tejerse complicidades, después todo será confrontación, y en el mejor provecho de la causa de servir a la sociedad española, todo esfuerzo es poco, y hay que afrontar riesgos. Casado debería tenerlo presente y olvidar la política enfurruñada, ahora, al parecer, muy del agrado de Rivera. ¿Es bueno o malo que Iglesias y los separatistas influyan en demasía? Pues la respuesta a esa cuestión es la reflexión base de lo que debe animar la acción.

Así lo veo. Y si la fortuna sonríe a los audaces, lo hará más intensamente, si la audacia es mayor. Sobre todo si se tienen pocas y malas cartas.

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