Opinión

Iniciativa

EL GOBIERNO y los partidos políticos no independentistas, en la encrucijada en que como consecuencia de la acción separatista se encuentra Cataluña y se ha planteado a España, tienen la obligación de actuar. Porque mientras los insurgentes dicen que quieren dialogo no dialogan acerca de nada, pero dan pasos cada día dirigidos a alcanzar sus objetivos insolidarios y contrarios a la convivencia nacional de nuestro país, en tanto quienes se encuentran fuera de su campo de Agramante, parecen estar paralizados y faltos de ideas y como consecuencia de iniciativa, aguardando y ofreciendo, entretenidos sin justificación, por la esperanza de un dialogo empalagoso. Baste como muestra la explicita manifestación del Sr. Maragall aspirante a la alcaldía de Barcelona: La independencia de Cataluña, la defensa del referéndum y la libertad de los ‘prisioneros’ (sic) soberanistas serán las que guíen una hoja de ruta que completará con políticas ‘progresistas’ para la ciudad.

El Gobierno de España lo es en consecuencia de Cataluña y no puede en consecuencia practicar el tancredismo, porque, quien tiene la responsabilidad, no puede abdicar de ella. Bastante inmovilidad fue la administrada por el Sr. Rajoy en este asunto. Y los partidos políticos que se reivindican defensores de los intereses generales, deben estar en este tema al lado del ejecutivo, sin fisuras.

Hay que poner fin a la parálisis en que está sumida la Comunidad catalana. Hay que romper la estrategia insurgente y mandar al desván la tontería de la República y demás símbolos litúrgicos del movimiento separatista. Y no se puede esperar a que quieran dialogar, no quieren, es sus bocas lo del dialogo es un señuelo tramposo, para, entre tanto, seguir a lo suyo, que es lo que llevan haciendo, no nos engañemos, desde el principio de la transición. Cuanto más consiguen avanzar en su camino, ante la pasividad de quien debió y debe evitarlo, más adelantan, señalando nuevas metas hacia su objetivo, el que siempre fue, anteayer soñado, hoy contemplado como algo a su alcance: la independencia.

Es hora de que quienes quieran abanderar la solución, salgan ya a la plaza pública, y primero propongan, en torno a un gran pacto, un gobierno de concentración en Cataluña, dirigido por alguien responsable y realista, que pilote la recuperación de la andadura social colectiva de los catalanes junto a los demás españoles, imprimiendo el impulso que la realidad, lo cotidiano, la vida de los ciudadanos de esa Comunidad se restaure, que el pulso cotidiano se normalice, que la laboriosidad se reactive, en fin, que Cataluña vuelva a ser Cataluña. Y si los separatistas bloquean esa acción, hay que elaborar un programa de medidas y actuaciones que favorezcan, impulsen y faciliten que suceda allí precisamente eso, a pesar de ellos, poniéndolos ante el espejo. Eso sería casi taumatúrgico.

Y si hay que hacerlo en pugna con los que quieren seguir secuestrando la voluntad y comprometiendo el futuro de Cataluña, deben hacerlo así, y reformar la Constitución con un acuerdo promovido por el PSOE y el PP, para que las Cortes Generales recuperen una potestad legislativa que nunca debió quedar fuera de su competencia, pues entraña una privación poco justificable de la plenitud de su poder legislativo : la iniciativa de reformar los Estatutos de Autonomía, hoy como es sabido en manos solo de la Asamblea autonómica correspondiente. La autonomía no reclama como algo inherente a ella la situación actual. El referéndum de esa reforma reforzaría si, como es de esperar fuera favorable a ella, la autoridad democrática de tal medida, y la cohesión nacional. Y claro, sería menester que esa reforma constitucional atribuyera también a las Cortes Generales, con una mayoría reforzada sí, pero con todas las consecuencias, el poder de suspender una autonomía al margen de las medidas del artículo 155, durante el tiempo y en las circunstancias que se resultare necesario.

Y entre tanto, los poderes del Estado deben acercarse a la sociedad catalana, difundir las propuestas, divulgar los datos de la realidad con la intensidad necesaria para que tenga éxito la refutación de los inventados merced a los que, con algún rédito, han trasladado a la ciudadanía catalana, como un hecho incontrovertible, que el Estado maltrata a Cataluña.

Hay que rescatar la credibilidad, asegurarse, por apuntar un hecho concreto, de que los pensionistas tengan la debida constancia de que en Cataluña precisan y han tenido el auxilio de la caja única de la Seguridad Social para que poder satisfacer las pensiones, pues lo recaudado allí por cotizaciones sociales es insuficiente para financiar el pago de las prestaciones. En fin, hay que combatir las mentiras con la misma constancia con la que los insurrectos las difunden.

Y hay por fin que asegurar el futuro de una Cataluña en paz, que es, no puede ser de otro modo, asegurar la paz y la convivencia de los españoles. Y para eso, hay que tomar la iniciativa, mejor hoy que mañana.