Opinión

Iluminados

Ni todos pensamos igual, pero en tanto las ideas que se profesen no sean contrarias a la convivencia hay que tolerarlas y escucharlas

LA MÁXIMA latina "Serva ordinem et ordo servabit te" —(respeta las normas y ellas te respetará)— que mi recordado amigo Monseñor Enrique Cal Pardo, Canónigo Archivero de la Catedral de Mondoñedo, de cuyo Cabildo fue también Deán, invocaba con frecuencia— es hoy una cita oportuna, pues explicita algo que está en la base del orden social y de la convivencia: hay que observar las normas si se pretende que estas nos protejan.

En nuestra escena pública va subiendo el tono, la arrogancia y la osadía de unos y otros, que se pronuncian como verdaderos iluminados, y así, resulta imposible no ya dialogar o debatir, es imposible comunicarse, porque ya no se responde a los argumentos, porque no los hay, se contesta a las diatribas, y a las de este siguen las de aquel, de modo que solo se percibe el ruido de las estridencias.

No obstante hay hechos que ya son inasumibles. Que el Presidente de la Generalidad y representante ordinario del Estado en Cataluña califique de infamia la decisión de la Sala Penal del Tribunal Supremo de abrir el juicio oral contra los justiciables por participar en los hechos de octubre de 2017 en dicha comunidad, y además, amenace, sirviéndose de los altavoces que le proporciona la magistratura política que ostenta, advirtiendo al Estado de que si hay condenas "nos enfrentaremos" a las sentencias "con la determinación del 1-O y la fuerza del 3-O", supera ya los limites más amplios del enfrentamiento dialéctico y expresa que la realidad es ya un desafío con todo lo que este supone, un reto en toda regla, y una transgresión de las normas sin posible excusa.

Solo le vale la absolución, dice el iluminado Sr. Torra. Claro, según su tesis las normas de España ya no están vigentes en Cataluña, y por tanto los hechos de los que se acusa a los enjuiciados no son constitutivos de infracción penal. En realidad, hay que suponer que en los delirios de su iluminación, del esclarecimiento místico que le inspira, estos sujetos son héroes, liberadores y fundadores de la República catalana siguiendo el mandato, eso sí, no importa que de una minoría, por considerable que esta fuera de los catalanes. Ahí es sin embargo, donde quiebra toda su quimera.

Mientras eso sucede, quien preside el Gobierno y dirige el Partido Socialista, uno de los dos grandes partidos del sistema político de 1978, dice que rompe relaciones con el líder del Partido Popular, la otra columna en la que descansa el sistema, y cuyos diputados suman hoy la minoría mayor del Congreso de los Diputados y en el Senado tiene la mayoría absoluta.

Unos y otros deberían tener en cuenta que cuando algo es más, todo lo demás es menos. Y lo primero es sin duda preservar nuestra realidad esencial, nuestro ser, nuestra entidad como sociedad, como proyecto histórico de cinco siglos, y el legado que recibimos que debemos trasmitir a las futuras generaciones sin merma alguna.

Las descalificaciones no pueden cerrar las vías de comunicación. Ni todos pensamos igual ni vamos a pensar del mismo modo, pero en tanto las ideas que se profesen no sean contrarias a la convivencia hay que tolerarlas y escucharlas.

La intolerancia hay que reservarla para los que con su conducta desconocen las normas, y además amenazan sin recato que no las observarán.

Todo lo demás es menos, aunque para algunos solo importa la cifra de su pensión o la plaza en el hospital. Esto es muy importante para cada uno de nosotros, pero depende en gran medida de la estabilidad.

Estabilidad, la base del progreso social, la garantía de que los adelantos y el bienestar puedan medrar. Y es la estabilidad lo que justamente está comprometiendo la insurrección, hay que llamar a las cosas por su nombre.

Permítanme al respecto un apunte de quien, como el que suscribe, fue en 1995 ponente del Código Penal vigente y en 1982 Relator del Consejo Supremo de Justicia Militar en el proceso que enjuició el golpe militar protagonizado por Tejero. Claro que con arreglo a las prescripciones penales vigentes puede consumarse un delito de rebelión sin que esta tenga lugar en el marco de un golpe militar. El texto actual del art. 472 del Código Penal es elocuente. Señala en su apartado 5 como uno de los posibles fines de la rebelión el siguiente: "Declarar la independencia de una parte del territorio nacional". Ese acontecimiento proclaman y aseguran los defensores de la supuesta república catalana, los Srs. Torra, Junqueras y Puigdemont entre otros, que tuvo lugar. Se siguen refiriendo a él como si tuviera eficacia. Solo falta pues determinar si hubo con violencia y públicamente alzamiento. Esto último acaeció, no cabe duda que públicamente se expresó esa voluntad, Y ahora, hay que ponderar en el enjuiciamiento en qué grado de ejecución tuvo lugar, y si concurrió violencia.

Hay que indicar finalmente que si quienes se alzan públicamente, alzarse es sinónimo de levantarse o sublevarse, es pues una insurrección, lo hacen en el ejercicio de potestades ejecutivas o legislativas, la violencia tendrá que ser en su caso concomitante, porque los insurrectos investidos de potestades públicas no precisan de ella para ejecutar los actos por ellos protagonizados. A esa violencia concomitante alude el Fiscal en su querella por rebelión. Y eso deberá juzgar el Tribunal Supremo. Pero esa es potestad de nuestro más alto tribunal en el proceso que ha instruido. Relativizar, descalificar, amenazar y demás conductas alumbradas por la iluminación, de nada servirá. O eso esperamos los que nos limitamos a respetar las normas.

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