Opinión

Guirigay

Creo que ese es el término que describe lo que oímos en las radios, presenciamos a través de las televisiones o leemos en los medios de comunicación escritos, todo es solo un gran guirigay que según el diccionario es el griterío y confusión que resulta cuando varios hablan a la vez desordenadamente. Por eso da la impresión de que los discursos y las intervenciones de los dirigentes y representantes públicos no se producen en el marco de debate alguno, son monólogos, soliloquios en los que cada uno repite una y otra vez, obsesivamente, sus visiones y sus emociones huérfanas de razón y frecuentemente sin conexión alguna con aquello de lo que se trata y menos con lo que debería ocupar su atención, de tal suerte que el resultado es un ruido insoportable, que no solo molesta sino que cabrea.

Resulta insoportable tanta estulticia y que haya quienes la celebren y aplaudan. Escribí hace unas semanas poniendo de relieve que da la impresión de que aquí, de la agenda del futuro, que es uno de los principales deberes de una actividad gubernamental que sea verdadera gobernanza, no se ocupa nadie.

Todavía ayer leí una nueva propaganda que aseguraba que los sueldos de los funcionarios no se congelarán y que las pensiones subirán. ¿Cómo se puede cohonestar ese anuncio con la noticia de que el Gobierno no tendrá un cheque en blanco para gastar los 60.000 millones de euros de ayudas no reembolsables de la Unión Europea. O lo que es más concreto y trascendente al respecto, que según la nueva guía y el borrador del reglamento que regularan la disposición de tales ayudas para obtener esos fondos se exigirán las recomendaciones anteriores de reformas que no se habían cumplido?

No son razonables —ni oportunos— y desde luego son inútiles los debates que están teniendo lugar respecto de la monarquía o de las actividades del Rey

Es cierto que todo apunta a que no se reclamarán ajustes fiscales, que podrían empeorar la recuperación y se posponen hasta que la economía se haya recuperado; pero sí las reformas. Esto supone que España tendrá que hacer reformas, entre otras materias, en las pensiones .

Y con ese panorama , lo que oímos es que van a subir las pensiones, lo que no parece que pueda tener lugar atendidas las dificultades del sistema, mientras se prorrogan los Erte hasta enero, lo que supondrá alrededor de 5.000 millones de euros más sin que se pueda descartar que aún haya alguna más. Lo más probable será también que se tengan que congelar los sueldos de los empleados públicos, pero lo niegan, que es tanto como negarse empecinadamente a admitir la realidad, olvidando que lo que una situación así exige a los gobernantes no es negar la realidad, entre otras cosas porque no sirve de nada, sino trabajar para superar las dificultades y los graves desajustes, y eso, repito, parece que está prohibido hasta mencionarlo.

¿Y en que se ocupan? Pues a la vista de la sesión de control del miércoles pasado en el Congreso, soslayando lo que figuraba en el texto de las preguntas planteadas, en el ruido, la descalificación e incluso los vaticinios, pero no en lo que agobia a la sociedad española en su conjunto.

No son razonables —ni oportunos— y desde luego son inútiles los debates que están teniendo lugar respecto de la monarquía o de las actividades del Rey. Realmente de nada sirven a no ser para que el histriónico y ofensivo Rufián exhiba fotos para ilustrar sus ensueños o se recree en torpes alusiones a los tribunales y a las, según él, injustas resoluciones jurisdiccionales cronológicamente próximas, en función de las penas impuestas. Y no es de recibo el teatro parlamentario y el lamentable sainete en el que amenaza convertirse la sesión de control al Gobierno, que sirve también para que el jefe podemita, que ocupa una vicepresidencia y una cartera ministerial, vierta en el hemiciclo del Palacio de la Carrera de San Jerónimo su verborrea marxista y revolucionaria de salón y ensaye vaticinios y juicios que no superan los de Álvaro de Albornoz en las Cortes de la II República ni serán más acertados que aquellos, que si pudieron tener algún tiempo para hacerse realidad, este felizmente pasó.

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