Opinión

El salmo sobre el buen príncipe

EL LOZADAL que es hoy nuestro espacio público, al que alguien hizo referencia hace unas horas, parece que va en aumento. Y entretanto, los autores de los relatos buenistas buscan referentes, y otros, los más ilustrados, andan intentando sintetizar nuevos paradigmas de conducta que permitan superar la situación.

Pues para el político cristiano desde luego, y para todos como reflexión, no viene mal recordar siempre el salmo 101 conocido como ‘Espejo de Príncipes’,  que contiene según comentaristas de la Biblia las "normas de vida de un príncipe bueno", "los propósitos de un príncipe justo".

En este salmo se detallan las reglas que aseguran la bondad y la justicia de las actuaciones del dirigente.

En el salmo aludido, se ha escrito, podemos distinguir normas de conducta en sus  cuatro primeros versículos y reglas para la vida pública en los cuatro últimos.

Así, el salmo señala que: No hay que poner los ojos en intenciones viles; hay que aborrecer al que obra mal, con el que no hay que juntarse; hay que hacer callar al que difama en secreto y no soportar los corazones arrogantes.

Y en la acción pública hay que buscar a los leales, con los que hay que vivir. los colaboradores deben ser quienes siguen un camino perfecto. No se debe admitir a los que cometen fraudes, ni los mentirosos pueden permanecer. Y hay que hacer callar a los malvados para excluir a todos los malhechores.  

Fíjense. Está todo escrito, en la biblia lo tenemos,  no hace falta inventar nada.  lo esencial. lo accesorio y todo lo demás está dicho y también escrito que deben  manejarse con libertad y caridad respectivamente. Pero no hay que buscar nuevos paradigmas. lo que hay que asegurar, ese es el reto,  es que sean apartados de la vida pública los que no merecen estar ni seguir en ella. Y sabemos por qué no se puede estar. Claro que lo sabemos. lo que hay que hacer es anudar la consecuencia necesaria, sin excepciones: la expulsión de los corruptos, de los falsos y embusteros.

Y así, solo así, se limpiara el lodo que embarra hoy vida pública en nuestra sociedad más de lo soportable y admisible. lo demanda la dignidad de todos. Y lo exige el bien común, que, no lo duden, incluye el interés general. No vaya a ser que haya quien crea que son cosas distintas.
 

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