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La banca volverá a ganar

De la crisis de las hipotecas solo queda saber cómo endosará la banca el impuesto al cliente

Morgan Stanley avanzó que la empresa irá sufriendo una caída gradual. BALLESTEROS (EFE)
photo_camera Ibex. EFE

EMILIO BOTÍN tenía una norma sagrada: nunca criticaba en público a un gobierno, estuviera en La Moncloa González, Aznar, Zapatero o Rajoy. Ni un reproche salía de sus labios. Una pauta a prueba de hemeroteca, fácilmente verificable, la que tenía el difunto presidente del Banco Santander, hoy en manos de su hija Ana Patricia. En esta semana grande de las hipotecas, con un Tribunal Supremo abonado al bochorno, con una credibilidad por los suelos, y un Ejecutivo oportunista que ha reaccionado como si estuviera en una eterna precampaña electoral, quienes apenas han hablado, sobre todo tras la decisión del Gobierno de Sánchez de que sea la banca quien pague finalmente  el impuesto, son precisamente los bancos. Mutismo casi absoluto. Doctrina Botín. De libro.

El eslabón más fuerte de la cadena siempre serán las entidades financieras. De esta crisis, por desgracia, solo resta saber cómo endosarán al cliente el incremento derivado de asumir el pago del Impuesto de Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados, que en Galicia, por cierto, tiene el gravamen más alto posible, el 1,5% de una compraventa.

En esta historia hay dos grandes perdedores: el Tribunal Supremo, por un lado, cuya imparcialidad ahora solamente se le supone, como el valor a los militares, y los clientes. La banca calla, otorga y, a la vez, hace números para amortiguar el impacto que tendrá el cambio legislativo en su cuenta de resultados. No hace falta mirar a la Bolsa, termómetro siempre de ocasión. Son los cálculos de los bancos de inversión, siempre al quite, la mejor señal. Sin ir más lejos, y en función de la exposición de cada entidad al mercado hipotecario, que esa es otra, en medio del caos emergen análisis de entidades internacionales que lo dicen todo. Veamos.

Tomando una tasa media del impuesto del 1% sobre las hipotecas, y asumiendo que no fuera trasladada a los precios finales al cliente, la estimación apunta a un recorte medio del 3% en el beneficio del sector para los ejercicios 2019 y 2020. Hay nombres:  en 2020 Sabadell y Bankia ganarían un 5% menos; Bankinter se dejaría un 4% de sus beneficios; Caixabank, un 3%, y Santander y BBVA ganarían un 1% menos. Todo en condicional, claro, porque el cálculo ya está hecho: establece que por cada 25% de la tasa del impuesto que se traslade al cliente se reducirá, de media, el efecto negativo en los resultados en 0,8 puntos porcentuales, según cálculos de Bank of America y Merrill Lynch. Camino despejado.

¿Y cómo se trasladará al cliente el importe del impuesto? Esa incógnita tiene respuesta a ojos de las patronales inmobiliarias. Y es sencilla. Todo parece indicar que los bancos recurrirán al diferencial del Euríbor para trasladar los costes al cliente. Atentos porque también es previsible que en diciembre ya se haya aplicado al Euríbor el encarecimiento de la hipoteca para el banco.

El Gobierno arma un decreto ley en tiempo récord, en horas, para enmendar la decisión del Supremo. Y lo hace a sabiendas de que en España, por ejemplo, contamos con una Ley Hipotecaria parcheada al albur de las circunstancias, pero que data de 1946. Se dice pronto. Actualmente está en fase de ponencia en el Congreso la nueva ley, pero a instancias de la Unión Europea, debido a que tiene que acomodarse a las directivas comunitarias. ¿Y por qué no se ha modificado de forma integral en todo este tiempo? ¿A quién ha beneficiado durante años? Se pudo comprobar durante la crisis, y con las polémicas de los desahucios, uno de sus lados más amargos. La banca fue la primera en pedir que se activasen medidas sin tocar la Ley Hipotecaria.

Toda esta polémica tendrá unas severas consecuencias más allá de coste al cliente, por desgracia. Hay un serio riesgo de que un eventual encarecimiento de las hipotecas expulse a potenciales compradores al mercado del alquiler, que ya comienza a dar síntomas de atravesar una burbuja. Y la consecuencia de la consecuencia podría no ser otra que un frenazo en el sector de la construcción, que sigue siendo imprescindible pilar de crecimiento tras la crisis.

En fin. Mientras todo esto sucede los bancos ejercen de lobby, influyen. Es lo que mejor se les da. Cocinan en silencio, a pesar de que tras la improvisada decisión del Gobierno ya no son presentados como vencedores absolutos frente al ciudadano, lo que minaría otra vez su reputación. Sin embargo, y mientras no existan los oportunos resortes legales y supervisores dispuestos a ponerse serios, seguirán actuando al criterio que marca su cuenta de explotación. Exclusivamente. A ver si alguien pensaba que la banca no siempre gana. Vamos. 

Alcoa: mucho frente común, poca solución
Si algo ha demostrado la historia reciente de los incentivos de interrumpibilidad, esa "performance" de ayudas públicas encubiertas, es que nunca son un seguro de vida para retener a una multinacional, léase Alcoa. Sucede ahora con las plantas de A Coruña y Avilés, y pasó hace un par de años, cuando los avisos se tornaron en amenazas en todas las plantas gallegas. ¿Y por qué seguir haciendo lo mismo si queremos que algo cambie? Las subastas de interrumpibilidad, que desde hace nada son semestrales, estaban en el calendario desde el minuto uno de esta crisis, a falta de poner fecha, pero el horizonte era diciembre, tradicional mes endiablado para los trabajadores de las industrias electrointensivas en España.

El Gobierno promete ahora más de lo mismo para Alcoa: una subasta inminente, se supone que con resultado amable para los intereses de la compañía, y recuperar a la vez las compensaciones pendientes para este tipo de industrias por las emisiones de dióxido de carbono, unos 150 millones de euros que ya estaban presupuestados. El mismo día que se anunciaron los cierres de A Coruña y Avilés, desde Galicia Núñez Feijóo reclamó precisamente eso. Por tanto, vuelta a lo mismo. ¿Cuál va a ser la reacción de la compañía si nada se ha avanzado? O tal vez sí.

Ese frente común de todas las administraciones que ahora tanto se pone en valor al final de cada reunión en el ministerio es el mejor síntoma de que esto está estancado. Corre el reloj del ERE y toda nuestra clase política habla de unidad. Como si Alcoa fuera el invasor del norte que requiere del esfuerzo y unión de todos para frenarle. ¿Bastará con eso? Parece que no. 

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