Opinión

El único camino posible

El cierre en España, prácticamente total, de la actividad industrial, de servicios y comercial ha provocado un alud de críticas al Gobierno, previsibles por parte de la oposición, menos previsibles de los socios del Gobierno incluido el PNV, de varios presidentes autonómicos y de las organizaciones empresariales. A favor solo se han manifestado los sindicatos. El argumento principal de la crítica es la unilateralidad en la toma de decisiones. Secundariamente se ha criticado la generalización de las medidas sin atender a diferencias territoriales.

Es evidente que el presidente del Gobierno prefiere pecar por exceso que por defecto ante la crisis sanitaria, sabiendo además que su minoría gubernamental le dificultaría obtener consensos amplios tras varias semanas de crisis, cuando el optimismo inicial comienza a verse mellado por las duras cifras de contagios y fallecidos, con un sistema sanitario que en muchos lugares ha llegado a sus límites. Sánchez asume un cierto riesgo de desgaste compensado por el plus de liderazgo que le reporta la dirección de la crisis en medio de un sistema político también hibernado. Algo común a los demás presidentes autonómicos, también reforzados por la crisis, en especial Urkullu, Feijóo y Torra, que afrontarán elecciones autonómicas en cuanto finalice la cuarentena social.

No hay datos fiables, pues el ruido de las redes sociales no debe ser elevado a categoría noticiable, sobre el estado de ánimo de los ciudadanos, abocados a una prórroga de su confinamiento hasta final de mes. A pesar de las engañosas palabras de la ministra de Trabajo, muchos ya han sido despedidos o saben que sus puestos de trabajo ya no existirán. Son autónomos o empleados de microempresas que estos días están recibiendo la noticia de sus jefes. Por otra parte el malestar de las grandes empresas ante una medida muy discutible, un permiso laboral para toda la plantilla, retribuido por real decreto pero recuperable previa negociación sindical, tendrá repercusiones en su momento. El malestar de las personas, contenido mientras dure el temor a contagiarse, se exteriorizará cuando finalice la crisis, como en cualquier duelo.

La crisis de suministros sanitarios la están sufriendo todos los países y está muy relacionada con la globalización de la economía

Las vacilaciones en las normas, los cambios constantes, hablan de la improvisación, algo inevitable en cualquier crisis, cuando los resultados cambian de continuo. Sobre la pandemia sabemos menos de lo que parece por la absoluta disparidad de las cifras. Por ejemplo, informaciones publicadas en la prensa europea, procedentes de fuentes chinas no gubernamentales, elevan el número real de muertos en aquel país a más de 40.000.

Por otra parte la crisis de suministros sanitarios la están sufriendo todos los países y está muy relacionada con la globalización de la economía que ha desterrado y concentrado en lugares remotos la producción de productos de consumo. En otras palabras, el Gobierno hace lo que puede y cualquier otro Gobierno no tendría más margen de maniobra, como comprobamos en los países de nuestro entorno.

Como ya descubrieron los países comunistas con la economía centralizada, la casuística inmensa de una economía moderna y de mercado, no puede ser controlada por un Gobierno sin que se produzcan severas disfunciones.

Aunque sí sería mejorable la comunicación. Algo menos de autopublicidad y algo más de contención expositiva mejoraría la credibilidad. Los muchos comparecientes y sus largos parlamentos no guardan relación con hechos comunicables sino con una campaña de imagen que resalta aún más lo que omite.

Como ya descubrieron los países comunistas con la economía centralizada, la casuística inmensa de una economía moderna y de mercado, no puede ser controlada por un Gobierno sin que se produzcan severas disfunciones que nunca han redundado en la mejora de las condiciones de vida. No seremos una excepción y pagaremos un altísimo precio durante la recuperación.

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