Opinión

Millennials y abuelos

CIRCULA POR la red un fragmento de la conferencia que el profesor de la USC Miguel Anxo Bastos impartió a un grupo de universitarios que es una llamada a la reflexión sobre el origen de la prosperidad de la que disfrutan "que no apareció por generación espontánea", sino que es fruto del esfuerzo y sacrificio de los abuelos.

Es la primera idea-fuerza que desarrolla el docente compostelano. "La mayoría de ustedes son muy jóvenes y cuando nacieron ya lo tenían todo hecho. Tenían sanidad, carreteras, electricidad, automóviles, tecnologías, todo tipo de medios".

Es probable que muchos jóvenes -y menos jóvenes- piensan que "tenerlo todo" siempre fue así. Por eso les recordó que el bienestar que poseen es fruto del trabajo duro de sus abuelos que, en circunstancias mucho más pobres que las de ahora, trabajaron, se sacrificaron y ahorraban "para darles un futuro mejor a sus padres y a ustedes".

Partiendo de esa capacidad de trabajo de los abuelos, el profesor Bastos transmite a los jóvenes (y a los mayores: "te lo digo, Juan, para que lo entiendas, Pedro") algo elemental en economía, poco correcto políticamente en este tiempo.

Se refirió a ese amor desmedido por las rentas básicas y vivir sin trabajar "que atacan al núcleo de la riqueza porque solo tratan de redistribuir lo que hay". Pero si no hay capital y ahorro, se preguntaba, ¿cómo se puede mantener el nivel de vida? Si gastamos el dinero en esas rentas y dejamos de trabajar, ¿qué le pasa a la acumulación de capital y con la generación de riqueza? Por eso, combate desde el ámbito intelectual la práctica tan extendida que forma parte de la picaresca española: "que nos den una paga, que nos mantengan... Nos juntamos entre cuatro, con la renta básica alquilamos un piso y nos dedicamos a vivir, divertirnos y ¡realizarnos! ¡Que nos sustenten los que trabajan!".

Bueno, pues esto ya está pasando en España, presa de la hipertrofia del derecho a ayudas, subvenciones, subsidios y prestaciones varias. Es razonable y obligado que el Estado salga a socorrer a empresas y ciudadanos afectados por la crisis, pero lo que un país no se puede permitir es que las ayudas puntuales se conviertan en estructurales. Distorsionan el normal funcionamiento de la economía.

Esa cultura de la subvención es del agrado de muchos gobernantes que son más proclives al Estado social que reparte y menos diligentes dinamizando la economía del Estado productor de bienes y servicios. Y la riqueza de un país, decía el profesor Bastos a su joven auditorio, no cae del cielo. Si no se genera, nada se puede repartir.

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