Opinión

El pacto de reconstrucción

Sana envidia de países del euro que, controlada la pandemia, ya tienen proyectos para recuperar sus economías

LOS POLÍTICOS suelen enterrar los problemas bajo rondas de conversaciones, mesas de diálogo y comisiones de investigación o de trabajo. Digo esto a propósito de la comisión parlamentaria que acordaron formar el presidente del Gobierno y el líder de la oposición para la reconstrucción económica y social de España.

Se planteó como un acuerdo de todas las fuerzas políticas para rescatar al país, una reedición de los Pactos de la Moncloa en versión siglo XXI. Pero no se hagan ilusiones. Primero, porque el presidente del Gobierno, promotor de la idea del pacto, reclama lealtad pero es más impositivo que propositivo y no entregó ni un papel con el plan de trabajo: objetivos a alcanzar, problemas a tratar, estudio de alternativas de solución… Nada.

Segundo, porque antes de constituirse la comisión ya empezaron las discordias. Por la presidencia, que retrasó el comienzo de su actividad. Con su registro por el PSOE y Podemos sin esperar al acuerdo entre los grupos. Y por la presión de los socialistas sobre los populares ofreciendo pactos a barones autonómicos y cautivando a Ciudadanos, pensando en cambios de Gobierno en Madrid y Andalucía. Son maniobras para neutralizar al contrario que alimentan la desconfianza.

Por eso, si comienza a trabajar el fracaso está asegurado. PSOE y PP no se entienden; Podemos vive mejor como antisistema; Vox va por libre; a nacionalistas e independentistas el Estado les "importa un comino"… Un puzle de partidos que ni tiene un proyecto común de país ni interés en reflotar la economía.

Por tanto no habrá cesiones, necesarias para el acuerdo, reaparecerá el frentismo en discusiones triviales y acabarán zurrándose dialécticamente sin llegar a pacto alguno. Eso sí, buscarán un chivo expiatorio y es fácil adivinar quién será el elegido.

Causa perplejidad que los dirigentes políticos españoles muestren tanta indolencia mientras la economía se está desangrando y con previsiones aterradoras que apuntan a que la mayoría de los sectores productivos no volverán a la normalidad hasta mediados de 2021, el paro superará el 20 por ciento —con el hambre instalada en millones de hogares— y la deuda y el déficit alcanzarán niveles nunca vistos desde la guerra.

Por eso, ahora que nos jugamos tanto, es indecente que mantengan la beligerancia partidaria y sean incapaces de acordar un plan de recuperación económica para evitar que España se consuma en el fuego de esta crisis devastadora.

Sana envidia de países del euro que, controlada la pandemia, ya tienen proyectos para recuperar sus economías. Pero España es diferente.

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