Opinión

¡Benditos recursos!

Si preguntan a los españoles quién es Jesús García Gombau probablemente la mayoría no lo identifican con el joven que se casó el 27 de diciembre de 1980 y por cinco días de matrimonio de aquel año Hacienda le obligó a hacer la declaración de la renta de forma conjunta con su mujer, lo que representaba el pago de 200.000 pesetas que entonces era mucho dinero. 

García Gombau presentó recurso contra la ley del Impuesto de la Renta de las Personas Físicas y el Tribunal Constitucional le dio la razón en una sentencia que, sin entrar en detalles, coincide con el sentido común: es injusto que los matrimonios estén obligados a declarar conjuntamente mientras que quienes viven en pareja pueden declarar por separado. 

Rescaté de la hemeroteca este caso a propósito de otro recurso contra el impuesto de Plusvalía que acaba de tumbar el mismo tribunal anulando el método de cálculo de ese tributo y, conocida la sentencia, a un profano en leyes le llaman la atención dos cosas. La primera, que si el alto tribunal considera la plusvalía «exagerada y confiscatoria» , ¿por qué cierra la puerta a las reclamaciones de los ciudadanos que tuvieron que pagarla? Va a resultar verdad que en España la ley es igual para todos, pero las sentencias no. 

Sigo el dictamen de mi paisano Ciprián de Penalba que sostenía que «cando topas có Fisco, sin fastidiar (él usaba un verbo más castizo) non has de quedar»

En segundo lugar, también llama la atención la celeridad con que reaccionó la ministra de Hacienda que, con su habitual desparpajo y desafiante dijo en su arenga en el Congreso del PSOE-Andalucía: «El lunes arreglo la plusvalía, ¡hombre, claro!, lo llevo al Consejo de Ministros, ¡dicho y hecho!» y sus palabras fueron premiadas con un gran aplauso por los asistentes. Nunca se vio a unos ciudadanos aplaudir con tanta intensidad y emoción el anuncio de un impuesto que algún día les tocará pagar. Debe ser el tributo a la causa. 

Pero que tenga cuidado la Ministra —y el Gobierno— porque juristas de prestigio apuntan que la «transformación» de la plusvalía mediante el decreto ley utilizado para su aprobación puede provocar un aluvión de recursos y dar lugar a una nueva sentencia de inconstitucionalidad, como ocurrió con los estados de alarma. 

En todo caso, ¡benditos recursos! El de Jesús García Gombau contra la obligación de la declaración conjunta salvó económicamente a miles de matrimonios de la confiscación de Hacienda, aunque tengo más dudas de que la nueva plusvalía vaya a favorecer al contribuyente. Con este tributo soy escéptico, sigo el dictamen de mi paisano Ciprián de Penalba que sostenía que «cando topas có Fisco, sin fastidiar (él usaba un verbo más castizo) non has de quedar». A veces con mucha desvergüenza. 

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