Opinión

Sociedad abierta, sociedad cerrada

Viendo como discurre la política del país con partidos populistas con vocación totalitaria y nacionalismos chantajistas del Estado, se justifica sobradamente la lectura de 'La sociedad abierta y sus enemigos', de Karl Popper. Este libro es una encendida defensa de la democracia y una crítica al fascismo, tanto de izquierda como de derecha, y designa no tanto una forma de Estado o de gobierno, sino un tipo de convivencia humana en la que la libertad, la protección de las minorías y la defensa de los débiles son valores primordiales. 

Varias son las preguntas a las que se enfrenta la Sociedad Abierta. ¿Quién debe gobernar?: el mejor, el más sabio, el más valiente, la voluntad general, la clase obrera... Lo importante según Popper no son tanto los mecanismos para elegir a los mejores gobernantes, sino el poder sustituirlos por otros cuando sus acciones ocasionen daño a las instituciones, a la política o a la democracia. Así, el gobierno en una sociedad abierta, debe ejercerse a través de contrapesos y equilibrios entre los más diversos sectores, instituciones y grupos, primando la negociación sobre las imposiciones. 

¿En qué tipo de sociedad queremos vivir/convivir?, la respuesta es difícil y compleja. Aunque todos tenemos en mente un modelo de ciudad, de Estado y de mundo en el que las relaciones humanas se desarrollen por cauces de satisfacción mutua, lo que debe primar es la razón comunicativa sobre la razón instrumental es decir, la interacción positiva entre hombres y mujeres, priorizándose el bien de la comunidad sobre los intereses puramente materiales. 

La sociedad abierta debe ser plural, respetuosa y tolerante, lo que en España es difícil porque nuestros gobernantes nunca han fomentado el espíritu crítico de los ciudadanos (mejor ovejas que intelectuales). Las universidades, el arte, la ciencia o la cultura han de ser libres, autónomas, y hasta contestatarias, sin que quepan censuras o cortapisas a la libertad de prensa, o a la diversidad de opiniones, porque solo en una sociedad así podremos hablar de 'progreso'.

Este término tan utilizado para justificar a veces lo injustificable no debe suponer solo desarrollo económico y tecnológico, sino también moral. De modo tal que prime la racionalidad comunicativa y no se cierren las puertas a nadie, fomentándose las condiciones educativas, culturales, económicas y laborales favorables a aquellos que sean más débiles por razones de disfunciones físicas o mentales, garantizando su inclusión en la comunidad. 

En las sociedades abiertas cabe también la propiedad privada, pero sobre todo, el respeto por los sueños de los demás y disfrute de su libertad. No caben soluciones únicas, ni partidos únicos, ni caudillos únicos, ni prensa única, ni educación única, ni pensamiento único. 

La propensión de los pueblos hacia una sociedad abierta o cerrada dependerá de cuán capaces sean de enfrentarse libremente a su destino o, por el contrario, deleguen esa responsabilidad "a los más sabios", como proponía Platón, o a un partido o dictador iluminado, generador de esperanzas, al cual le entreguen su libertad. 

En España la sociedad abierta está aún en muchos aspectos por hacerse y la compasión, el humanismo y el cabreo, que tan frecuentemente nos inspira a actuar, sobre todo en política, no debería ser también lo que nos sugiera el modo de hacerlo.

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