Opinión

Juntos pero no revueltos

"EN POLÍTICA no se gana por tener el mejor discurso ni más votos... sino por tener el poder". Esta frase de Pablo Iglesias explica muy bien el momento emotivo que vive tras ser elegido vicepresidente. Por fin se siente ganador y culmina el sueño de llegar al poder para cambiar el curso de la historia. Aunque si al Iglesias de 2014, el que pretendía tomar el cielo por asalto, como reclamaba en Vistalegre, le hubieran dicho que terminaría reivindicando la Agenda 2030 de la Onu como gran activo de su acción de Gobierno, junto a unas descafeinadas carteras de Trabajo (sin Seguridad Social), Consumo (sin Sanidad), Universidades (sin Educación ni Ciencia) e Igualdad, en un Ejecutivo de coalición con el PSOE, le habría dado un pasmo.

En casi ningún aspecto de la vida, tampoco en política, cantidad y calidad son dimensiones correlativas. Hay quien publica muchos libros, pero ninguno de interés, y hay quien se prodiga menos pero entrega a la imprenta obras valiosas. Así, mutatis mutandis, ocurre con las carteras ministeriales que, naturalmente, no se pueden medir al peso. De ahí que su problema inmediato es comprobar qué partido puede sacar a esa cuota de poder, aunque de momento, Sánchez ha hecho su primer movimiento al elevar a cuatro el número de vicepresidencias y nombrar 22 ministros, para diluir su protagonismo. Por lo que si este pretendía empoderarse y hacerle sombra lo va a tener difícil.

De sus ministerios solo el de Trabajo tendrá cierto peso, con la voluntad de cargarse la reforma laboral. Aunque en este punto las relaciones con sus socios del PSOE no serán pacíficas. La vicepresidenta Calviño no quiere deshacer radicalmente una reforma que resulta más eficaz de lo que están dispuestos a reconocer y busca solo maquillar "los aspectos más lesivos de la misma" sin entrar a identificarlos, para lo que contará con el apoyo del PNV.

Un escenario que conviene no descartar es que, paradójicamente, el diseño del Ejecutivo y el peso menguado de Podemos permita a los de Iglesias tener la excusa perfecta para apartarse de las decisiones a priori más impopulares y, al tiempo, escudarse en esa falta de peso ante su electorado cuando se le reproche falta de ambición desde la óptica de la izquierda.

Para los que piensan que lo peor del bipartito son sus propuestas económicas (yo creo que habrá cosas peores), hay que decirles que como afirma un amigo inglés "it is very easy to be nice, but is dificult to be good" (es muy fácil ser amable, pero es difícil ser bueno). Sus propuestas pueden ser nice (agradables) en las formas, pero bad (malas) en el fondo y tendrán poco recorrido. Ni la Grecia de Tsipras pudo escapar del control de Bruselas ni de la fiscalización de los mercados, que castigan sin piedad a quienes se alejan de la ortodoxia, ni tampoco el gobierno de izquierdas portugués ha hecho algo muy distinto a una política fiscal convencional. Incluso Podemos ha sacado pecho por reducir la deuda del Ayuntamiento de Madrid. Todo esto parece indicar que no cabe esperar grandes revoluciones y que es probable que el nuevo Gobierno, sea más papista que el papa, al margen de su retórica política.

En cualquier caso, si no fuese por lo serio del asunto, habría que hacer un buen acopio de palomitas de maíz ya que este gobierno Picapiedra nos va a brindar grandes momentos, porque es posible que compartan equipo pero desde luego no juegan juntos, y de gobiernos así en Galicia ya tenemos experiencia

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