Opinión

Héroes de carne y hueso

EL HOMBRE contemporáneo sigue necesitando de héroes, no solo como modelos admirables y dignos de emulación, sino como depositarios de la esperanza de superación de situaciones trágicas. A menudo resulta de lo más conveniente tener a mano uno de esos superhéroes, que en los cómics surcan el cielo con su capa al viento, saltan de edificio en edificio salvando vidas, ponen en su sitio a los villanos del más variado pelaje y destacan por su valor sin parangón, su fuerza y su inteligencia. 

En los tiempos que vivimos a estos héroes les han salido imitadores de carne y hueso, personas que no dudan en poner su vida en riesgo para mantener o salvar la de otros. Ahora curan, reparten suministros, montan hospitales de campaña, o cuidan de nuestras almas. Luchan todos a una, en condiciones que se agravan a medida que el mal avanza, pese a lo cual no se arredran. Están en esa trinchera porque creen en lo que hacen y lo hacen convencidos. No escogieron su profesión anhelando enriquecerse o ganar fama, sino movidos por el deseo de ayudar a los demás.
En condiciones normales, a menudo no reparamos en su trabajo, lo damos por supuesto, e incluso les sacamos defectos en un alarde de ingratitud propio de esta sociedad. Hoy, sin embargo, toca reconocer su ejemplo de valentía, aunque solo sea porque muchos habríamos dado un paso atrás de haber calzado sus zapatos. El elenco de heroínas y héroes que nos deja este capítulo infausto dará para muchas novelas cuando hayamos pasado la página, y lo acaecido pueda convertirse en relato.

Los sanitarios, los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los que garantizan la prestación de los servicios básicos son nuestros verdaderos héroes

De todos los colectivos implicados, hoy quiero recordar especialmente a los agentes de la Guardia Civil, que siempre que hay problemas están dispuestos al sacrificio. De momento, tienen siete compañeros muertos y miles de agentes anónimos cuyas heroicidades nunca saldrán en los periódicos, luchando en sus propias carnes con el maldito coronavirus. Cada día salir de sus casas para vestir el uniforme y cumplir con su obligación se convierte en un acto muy duro. Intensifican sus turnos y horarios para atender las necesidades, especialmente de los más débiles y necesitados sin escatimar una hora de esfuerzo, y con la conciencia de ser una parte vital para nuestra seguridad. Pero realmente lo difícil y duro es regresar al hogar, y tener la templanza y la imaginación para no trasladar a los suyos las tragedias que todos los días viven en su trabajo.

"Amar al prójimo como a ti mismo" no solo es un mandamiento cristiano, es también lo que practican a diario estos hombres y mujeres de la Benemérita. Su vocación de servicio hace que pasen a un segundo plano su vida, integridad y bienestar, porque lo que realmente les importa es garantizar los derechos de los ciudadanos a quienes protegen. 

Los sanitarios, los miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, los que garantizan la prestación de los servicios básicos y todos aquellos que trabajan para proveernos de bienes de primera necesidad son nuestros verdaderos héroes de carne y hueso, y a todos ellos hay que agradecer y reconocer la lucha sin cuartel que están librando y el alto precio que pagan por ello. Pero no me cabe duda de que, como decía hace unos días el rey Felipe VI, "España ha demostrado que, cuando trabajamos todos juntos por un objetivo común, somos capaces de ver y superar las dificultades por serias y graves que sean". ¡Así lo espero!

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