Opinión

El Parque centenario

Parque Rosalía de Castro. AEP
photo_camera Parque Rosalía de Castro. AEP

EN LUGO, decir el parque es decir el parque Rosalía de Castro, que este año cumple cien años, lo que bien merece una celebración pública. Es el parque por antonomasia, por eso lo pongo con mayúscula en el título del artículo, aunque ahora vuelva a la minúscula. Este parque de todos los lucenses lo siento especialmente mío, pues del siglo que tiene de vida, más de la mitad la llevo yo viviendo en él, recorriéndolo a diario y vigilándolo desde el balcón y las ventanas. Y cincuenta y pico años no son pocos.

Bien merece una celebración el centenario del parque y el otro día la alcaldesa —a la que nunca me encontré paseando por allí, aunque probablemente lo frecuente— anunció algunos arreglos en la zona infantil e inauguró unos bancos. También se congratuló del buen estado, de la buena salud del recinto. Se nota que no lo visita los sábados o domingos por la mañana, cuando los restos del botellón lo siembran de cristales, botellas y otros residuos. Tampoco debe de tener noticias de cómo, muchas tardes, grupos de jóvenes, la mayoría menores, con radios enormes a todo volumen se reúnen preparando el susodicho botellón. El parque se ha convertido desde hace años, con la inhibición de las autoridades que ahora lo celebran y lo cantan, en el paraíso de los botellones, el botellódromo (permítaseme la palabra) más deseado de Lugo. Especialmente "las cuestas", pero todo él en general. Consecuencias: degradación material y educacional, molestias y deterioro. Si eso es gozar de buena salud… Si don Ángel López Pérez levantase la cabeza…

Como recordarán aún muchos lucenses, en tiempos menos problemáticos a estos efectos que los presentes, el parque tenía un vigilante permanente. Hoy sería necesario que una pareja de guardias lo patrullase asiduamente. Se evitarían muchas situaciones conflictivas y desagradables, que en cualquier momento pueden ser graves. De no hacerse así, el futuro inmediato de la zona no promete ninguna seguridad, ya no se diga tranquilidad.

El parque tiene que ser un lugar de calma y un soplo de la Naturaleza en medio de la ciudad. Solo eso y nada menos que eso. Un lugar para pasear o sentarse apaciblemente a cualquier hora, un lugar para escuchar y ver los pájaros, un lugar para sentir como crecen las hojas de los arboles en primavera y como tapizan de amarillo el suelo en otoño. Si tales cosas ocurren, ese parque goza de buena salud y cumple los fines para los que fue creado. Si no, algo o mucho falla, desde luego falla lo esencial.

Como fallan muchas cosas en el parque de Lugo. Ruidos ensordecedores de infernales aparatos de jardinería, petardos y matracas para espantar los estorninos y todo lo que se ponga por delante, etcétera, etcétera.

Pero ahora es momento de celebración. ¡Feliz centenario!

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