Opinión

Y ahora, los estorninos

LOS JABALÍES, las palomas, los lobos y ahora los estorninos. Lugo en lucha contra los animales salvajes o silvestres que amenazan sin cuartel ciudad y provincia. En lucha arqueros, cetreros, rifleros, aparatos sonoros y petardos que espantan a todo bicho viviente. Arqueros y cetreros, cualquiera diría que seguimos en la Edad Media; y efectivamente muchas mentalidades ahí siguen en su violenta relación con los animales, en su intolerancia y aversión hacia ellos. No soportan ni una pequeña molestia, en nada aprecian su vivificadora presencia ni su compañía. Pero me centro en los estorninos y en sus acosadores.

La concejalía de Medio Ambiente (sí, leyeron bien, de Medio Ambiente) parece que contrató una empresa especializada en la lucha anti-estornino. Pues antes de seguir, dos precisiones a los expertos y sus patrocinadores. Una: buena parte de lo que manchan los pajarillos está provocada por los que los acosan y pretenden borrar de la ciudad; tal es así porque los pajarillos defecan (digámoslo finamente) en vuelo a base de bien por el terror que les causan carracas y petardos. Dos: los espantapájaros humanos actúan habitualmente ya de noche o casi, cuando los estorninos tienen dificultades para orientarse hacia otros dormideros; su en todo caso rechazable actuación tendría que impedir que se posasen, no echarlos una vez ya posados. Yo sí que soy experto en estorninos, toda mi vida viviendo junto a ellos, observándolos y disfrutando de sus evoluciones.

El concejal de Medio Ambiente, que por lo visto no quiere dejar ni un estornino en la ciudad, declaró varias cosas cuando menos pintorescas. Por ejemplo, que los estorninos emiten molestos ruidos. ¡Y lo dice quien tolera que el parque Rosalía de Castro sea la zona más ruidosa de la ciudad por los estruendosos aparatos de los encargados de su mantenimiento! Así que esos gorjeos, que tanto me gusta escuchar, son ¡ruidos molestos! Desde luego, hay oídos y gente p’a to. Otro ejemplo: también afirma que el número de estorninos que quedan tras su acoso y derribo es, creo recordar, de mil y pico, bajando desde veinte mil o así; o sea, que ya están más que controlados o diezmados y habría que parar la campaña contra ellos, no seguirla hasta que no quede ninguno, para conseguir lo cual el concejal hace un llamamiento a los ciudadanos para que delatemos cualquier reunión estorninica, por mínima que sea.

Como es fácil de entender, si se ahuyenta a los estorninos se ahuyentan a muchos otros animales silvestres de la zona, independientemente de su interés y grado de protección. Por ejemplo, en el Parque ya han sufrido un buen palo las grajillas y las dos ardillas que se habían atrevido a acompañarnos. Y un parque vacío de animales libres ni es parque ni nada. Qué pena que se acabe el espacio, con lo que me quedaba por decir...

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