Opinión

No seas cabezón, Pablo

Escena de pasillo recreada en la imaginación del desenfado. Versión Pimpinela de apariencia engañosa
Iglesias y Montero
photo_camera Iglesias y Montero

Con ese deje a eregate más gracioso que una sevillana bailada a dúo en caseta de feria por Farruquito y Rafael Amargo, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, le plantó en "to" lo alto del moño un "no seas cabezón" a Pablo Iglesias. El glorioso reproche retumbó en los ecos del Congreso y el ministerio mediático como una "hostia" en la otra mejilla de la coleta recogida y reprimida. Y pareció el "quejío" de José Luis Moreno, alias Castejón, asomándose por la boca de Chiqui en gran actuación de Monchito como ventrílocuo de la dualidad gubernamental. Allí estaba Montero, que no Irene, perreando en cortejo de pasillo como si el alrededor no existiera en apretada gresca de pelea de novios, aunque son pareja más enamorada del poder que de la erótica. Parecían los mismísimos Ryan Gosling y Emma Stone bailando su latina La La Land extraparlamentaria mientras la otra Montero de Pablo le regañaba con su acento coqueto y femenino como si fuera azahar perfumado de primavera andaluza brotando de su blusa morada. Pero en el infernal invierno covid, la Navidad sí que nos pilla vacunados contra este teatrito de burbujas Freixenet al que nos tienen acostumbrados las dos almas del Gobierno, ambas más negras que las lágrimas de la pandemia y el carbón de Santa Claus, Papá Noel y los Reyes Magos juntos venidos de las tinieblas estalinistas en este regreso al futuro comunista.

"No seas cabezón", Pablo, que lo de los desahucios y el salario mínimo no puede ser como tú caprichito quiere mientras los españoles son tratados como ciudadanos dependientes y subvencionados, clientes del otro mínimo, el vital, que busca el máximo de votos. Pablo, cari, no seas cabezón, que si te dicen en la facultad que ibas a ser la tuerka bisagra preferente del bello Pedro y el okupa del marquesado de Galapagar te hubieras descojonado hasta el desmayo como el PNN vallekano indignado de Ciencias Políticas que eres.

No seas cabezón, Pablo, que aunque sabes que Pedro se deja hacer porque coincide con tus desvaríos republicanos solo le corresponde al jefe soñar con convertirse en Rey para que sus Aló, Presidente sean mensajes de Navidad perpetuos. No seas cabezón, Turrión navideño, que Iván está más cabreado y frustrado que Jorge Javier y la Patiño en una noche de lujuria hetero.

El caso es que ambos bandos quitaron hierro a la enganchada Pimpinela porque en el fondo se quieren y son familia como Dolores Abril y Valderrama. Les unen más su parentesco en el odio a la derecha y su apego a la Moncloa que el amor a la transparencia y la verdad. No seas cabezón, Pablo, que tú no ganaste las elecciones y las encuestas te llevan cuesta abajo de no ser por nuestro Tazanos socialista de rojo corazón. Pablo, coño, no seas cabezón, que el alma morada de corazones podemitas amoratados está más gastada que el chavismo de Maduro, el castrismo capitalista de Fidel Albiac y el zapaterismo bolchevique. Pablo, gordi, no sea cabezón, que como sigamos con este espectáculo de propaganda ficción los españoles nos van a echar como nosotros queremos echar al Rey y como echamos a Rajoy.

Mochila en mano, cautivo y armado con mascarilla quirúrgica, Pablo Iglesias pasó en un instante de ser el todopoderoso vicemandón en la sombra que todo lo revienta a víctima de la ira feminista del Gobierno con máscara profesional de portavoz. No seas cabezón, Pablo, que como sigas jodiendo con la pelota hablo con Irene y duermes en el sofá mientras dure el estado de alarma. Y te lo advierto, Pablete, como te vuelvas a levantar del escaño con esa mala leche que destilas cuando la ministra de exteriores sin nombre y sin nadie te regaña mientras contesta a la oposición, terminas durmiendo en la casa de Monedero, Echenique o de Verstrynge. Y no te hagas ilusiones, Pablito, que me refiero a la casa de Jorge, pareado al barrio revolucionario madrileño de Salamanca.

La España de hoy, la España que vivimos peligrosamente es una foto de gaseosa, donde la realidad practica el travestismo caducado de la Movida madrileña y lo público es el medio para el fin. La España del coronavirus parece un sudoku sin solución, condenada a la liquidación de la democracia monárquica, tal y como la entendemos desde 1978. La España de la revolución es sanchismo radical sin más ideología ni gestión que el márketing de la permanencia en el poder a costa de los españoles monitorizados. Esta España inesperada, enganchada a la mentira y la ficción, no se merece la ocultación de miles de muertos por covid ni esta gobernanza de deslealtad al orden constitucional e institucional. No seas cabezón, Pablo, que Pedro sabe andar de pasarela mejor que tú y ya contesta en el Congreso con el desprecio de la mano en el bolsillo y las canas de tinte recién retocadas en la peluquería del rulo-bulo. Pues eso, PedroPablo, no seáis cabezones, que se os ve el truco más fácil que a aquel mago humorista llamado Juan Tamariz. 
 

La penitencia real
Pues el Rey emérito no vuelve a casa por Navidad tras la ofensiva gubernamental y de la Fiscalía. La razón oficial es el covid, que sirve para justificar toda clase de decisiones. Pero lo cierto es que la penitencia de Juan Carlos I no sólo es fiscal, sino que también es real porque va más allá de la inestabilidad de la Corona para invadir el lado humano más íntimo. Si doloroso le debió resultar tener que salir de España por las presiones de la Moncloa, más doloroso le va a resultar pasar las fiestas navideñas lejos. El Rey emérito está pagando un alto precio anímico que salpica a la monarquía por sus propios errores, pero también por el aprovechamiento político que está haciendo la sociedad SanchIglesias. En el caso de Sánchez, la penitencia de 10 días de cuarentena parece también un castigo, pues desaparece de escena hasta Nochebuena, con lo que eso supone para el protagonismo de ego mediático. Esa penitencia lo tendrá recluido hasta el mensaje de Navidad de Felipe VI, lo que permitirá a Sánchez y Redondo revisar el discurso y presionar para introducir guiños a separatistas y podemitas.

 

18 navidades
ESPAÑA tendrá 17 navidades distintas, tantas como autonomías, por ese abandono de conveniencia que han hecho Sánchez e Illa en la gestión del coronavirus. A esas 17 formas distintas con normas dispares hay que sumar la nueva normalidad virtual que Pedro y Pablo extienden como un manto clientelar sobre la supervivencia de los españoles. Como tengamos una tercera ola (ya está aquí) y la pandemia se complique pese a la salvación de la vacuna a partir del 27, 28 o 29 de diciembre, España pagará la inocentada de una gestión irregular en la que el Gobierno central ha hecho dejación. Como se ve, el término allegados con el que nos tuvieron entretenidos durante casi dos semanas ha pasado al olvido, igual que la cifra desproporcionada de muertes que ha padecido España y el Gobierno no termina de reconocer pese a los datos del INE, las funerarias y el Instituto Carlos III. Por tanto, serán unas navidades de absoluta privacidad familiar, restringidas a la más estricta intimidad y con la incertidumbre de la efectividad real de la vacuna que al parecer sí que vuelve a casa por Navidad. 

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