Opinión

Política de anchoa

Disertación teórica sobre la ciencia del populismo periférico. Una doctrina con sabor a lata y olor a cuento

Miguel Ángel Revilla es de esos políticos que, sin llevar coleta, moño o pendientes, ejerce el populismo con el mismo descaro y exceso con los que montaba el numerito del taxi cuando venía a Madrid a repartir anchoas. Hay que reconocerle a Revilla una simpatía que no tienen Pablo Iglesias ni demás profesionales de la demagogia política. Borda ese papel de paisano que tantos réditos electorales da, como bien saben Bono o García Page, quienes — según cuentan— siempre van acompañados de un apuntador que permite al populismo preguntar por la familia o interesarse por el bache de casa y el semáforo de la esquina que siempre está en rojo.

Salvando las distancias, el exalcalde socialista de Lugo, Orozco, también tenía una bien ganada fama y reputación de colega de barrio y amigo de la infancia, aunque el lucense contaba con el plus de llevarlo todo en su cabeza y cercanía, sin trampa ni cartón, lo cual no deja de tener su mérito. No así el alcalde de Vigo, Abel Caballero, que fía todo populismo demagogo al alumbrado navideño, como si Nueva York fuera un anuncio a las afueras.

Pero lo de Revilla, como lo de Ruiz Mateos, Jesús Gil y otros exponentes de la especie populista, ha creado escuela y sentado cátedra al igual que el tono campechano del emérito y la vocalización ininteligible de Pocholo Martínez Bordiú. Digamos que Revilla es la versión populista con gracejo carismático de Bertín Osborne y del siempre recordado y añorado Quique San Francisco; una especie de Chiquito de la Calzada de lo público que también hace humor, aunque con menos fistro y más engaño al populacho.

POLÍTICAAsí que el presidente cántabro se sintió en la obligación de engordar su leyenda y vino a pronosticar esta semana que Madrid será "bomba" covid en un plazo de 15 O 20 días. Vamos...que Revilla ha emulado al gran Fernando Simón, quien viene demostrando una infatigable falta de olfato y pericia como virólogo universal. O dicho de otra forma, Revilla le ha hecho una Opa pandémica a Madrid como se la hizo Illa maravilla con aquel 155 sanitario antes de entrar oficialmente en la campaña electoral catalana. No es Revilla ni Paco Porras ni Octavio Acebes, pero tampoco ningún principiante en esto de la comunicación audiovisual como para que le pille un micro abierto por imprudencia o despiste. Siendo tan lenguaraz es incluso posible que su desliz no estuviera preparado no siendo que acierte. Su presencia en los medios con ese predicamento populista de pizarra y España vacía hace pensar que Revilla sintió la necesidad incontrolable de sumarse a la madrileñofobia en plena ola álgida de la ayusomanía.

Digamos que Revilla atesora en su fondo más populista una profunda admiración por Pablo Iglesias y se sintió en la irrefrenable necesidad de desacreditar la gestión de Ayuso para echar una manita en la tarea de ganar Madrid tras el fracaso de la operación mociones. Lo de la alcaldía de Murcia es el premio de consolación que confirma el gatillazo de Sánchez y Redondo con Arrimadas. El presidente cántabro, que lo es gracias al apoyo del PSOE, siempre hace y dice lo que le conviene. A lo largo de su trayectoria ha pactado también con el PP, porque el populismo de Revilla no es radical como el de Iglesias, sino que es un populismo de gran corazón y amplitud, transversal en su conveniencia al tiempo que cómico en el comportamiento.

Tanto que Revilla también tiene un pasado, como todos, porque 78 años dan para mucho, siendo la cosa que en su juventud perteneció al Movimiento y militó en el Sindicato Vertical. Naturalmente todo cambió en 1976, a la muerte del dictador Franco, cuando de repente se convirtió en subversivo antifranquista. Eso, a groso modo, es populismo patrio revolucionario, lo que en términos coloquiales viene a ser palanganeo político de oportunismo electoralista. Es decir, populismo de baratija televisiva para usar y tirar, un sucedáneo para consumo basura como el docudrama de Rociíto, puro activismo mediático de rédito fugaz.

El populismo de Revilla, con su bomba vírica esparcida en el estercolero de la demagogia, es como un gorgorito de Bustamante en la operación triunfo de la política. El populismo de Revilla pretende ser una lata gourmet de anchoas de Santoña cuando en realidad es sardinilla del norte para estanterías de grandes superficies.

El populismo de Revilla es la versión política de Cañita Brava con acento y sabor a sardinero santanderino. Revilla, el político que siendo de derechas quiere parecer de izquierdas o viceversa, el hombre que adoctrina con filetes de anchoa y palabrería perecedera de consumo mediático y poco más. La teoría de la anchoa como materia para conferenciantes de demagogia vírica. La bomba expansiva en la nunca suficientemente denunciada política del atajo.


Retales de Semana Santa

TONI CANTÓ ha hecho la procesión de Cs al PP, pero a Ayuso y Rodríguez no les ha gustado que Génova meta mano en las listas. Empadronamiento al margen, el fichaje está en la órbita de absorción ciudadana por parte popular. La presidenta madrileña infringió la ley aunque de forma menor que Iglesias al anunciar su candidatura desde el despacho de vicepresidente. Ábalos defiende de una tacada la expropiación de viviendas en Baleares y el sospechoso rescate de Plus Ultra, una aerolínea con un avión operativo y vínculos chavistas (53 millones de euros). Inés del alma mía secundó con los votos de Podemos la moción municipal murciana pero en Castilla y León fracasó la moción socialista. Las declaraciones de la cúpula del PP en el juicio contra Bárcenas no obtuvieron el rédito esperado según los fontaneros de Moncloa. Rajoy fue el más convincente. Sanidad amagó con el toque de queda a las 20.00 horas, pero reculó como Merkel en Alemania. Semana Santa de alto riesgo covid sin movilidad para españoles pero con puertas abiertas para extranjeros.


Hay banquillo real

LA CASA REAL, para frustración republicana, ha puesto en marcha una mejora de imagen de la Corona para contrarrestar el efecto emérito. Los Reyes incrementan los actos, pero a la tarea se incorporaba esta semana la princesa Leonor en su visita al Instituto Cervantes. Hay banquillo en la monarquía, parece que mucho más que en Podemos. Iglesias, el omnipresente que todo lo acapara, no ha podido salvar su escaño en el Congreso ni la vicepresidenta hasta el republicano día del 14 de abril porque le obliga la ley. Dicen que, aunque se despidió con denuncia al sol contra García Egea, está preocupado por su futuro. Bruselas exigió ciertas condiciones (¿su dimisión?) para soltar los fondos, y muchos piensan que el riesgo-desgaste de ser imputado es menor fuera que dentro del Gobierno. Por cierto, el banquillo se debería mover con Celaá, que faltó al respeto de quienes padecen síndrome de down, choteándose del diputado popular Matarí, quien tiene una hija en esa situación. Altanera actitud de esta ministra de mala Educación pese a que pidió disculpas tarde y mal.

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