Opinión

Molinos gigantes de viento

Análisis cervantino de fin de campaña. La comedia virtual del fascismo madrileño causa sorna y estupor
Las cinco torres de Madrid. TRAVELER
photo_camera Las cinco torres de Madrid. TRAVELER

En el rumor de lo posible hay una teoría ficción que admite quinielas sobre qué prepara Moncloa para recuperar la iniciativa tras la estrepitosa derrota del 4-M. El 9 de mayo termina el estado de alarma eterno con el que Sánchez ha blindado su gobernanza por decreto y su inmunidad en la pandemia. Seis meses más de esquiva al Congreso tras descargar sobre las autonomías la responsabilidad de la gestión covid previo dramático y temerario mando único en la primera ola. Y aunque a día de hoy el Ejecutivo se inhibe de legislar y desiste de prolongar dicho estado de alarma, toma lógica que el redondismo sanchista o el sanchismo redondista vuelvan a someter al populacho desbocado con un truco de prestidigitación prohibitivo bajo la excusa de la salud para castigar así la disensión electoral que lleva a la derecha de Madrid al cielo. Tras la miel de la victoria, la «derecha fascista» pasaría del dulce gozo del 4-M al merecido castigo del despliegue mediático y político de los perdedores con el que neutralizar la humillación electoral y sujetar la pandemia. Lo dicho, se admiten apuestas. Pero a nadie extrañe que Sánchez se saque de un real decreto o una Ley Orgánica del 81 un estado de alarma autonómico a la carta con el que seguir lavándose las manos.

En la Moncloa hay dos almas nada gemelas al respecto: los que piensan que sería contraproducente para la recuperación y el turismo de cara a la campaña de verano ante un posible adelanto electoral de las generales a medio plazo. Y los que creen que, con el reparto a discreción, sin auditor independiente, de los fondos europeos se puede compensar el inconveniente de la privación de libertades y derechos tales como los de Molinos gigantes de viento movilidad y reunión. Con esta parte final de la campaña sumida en la invención del fascismo madrileño, siempre nos quedará la esperanza de que las izquierdas gobernantes no se atrevan a tanto y se centren en esclarecer las amenazas por carta y los extraños tickets de votos emitidos por Correos a usuarios que no han votado.

La violencia teórica aupada por estrategias equivocadas de campaña con las que movilizar electorado y tensión ha degenerado en la desesperación y frustración del extremismo. Y eso ha vuelto a retratar a quienes intentan crispar y polarizar por razón de rédito electoral con el gastado eslogan de que un fascismo fantasma inexistente amenaza la democracia española no plena. Si los ciudadanos dieran crédito a todo lo que hemos visto en los últimos días, no necesitarían una prolongación del estado de alarma porque el miedo scary movie les impediría salir de casa en autoconfinamiento voluntario. Socorro: Madrid se ha convertido, según este delirante relato electoral hitchcockniano, en un territorio de totalitarismo global, donde la libertad es un sueño democrático que sucumbe al avance del fascismo, por supuesto de derechas. De verdad que, si vas en metro, coges el autobús o paras en un semáforo es difícil identificar al lado a un nazi de la SS o un comunista de la KGB. Sin embargo, es muy fácil ver cazafascistas de comedia con sus redecitas de palabrería y guerracivilismo atrapadas en la demagogia del manual de campaña. En bares y zonas comunes de convivencia la gente ya se toma a cachondeo el fascismo advenedizo que nos han regalado para esta campaña de navajas, balas y doble rasero.

Si alguien llega de fuera de Madrid tras escuchar un podcast no felipista de mitin electoral se pondrá de inmediato la coraza antifachas ante semejante paisaje de confrontación virtual. Algunos no avanzan desde el 36. Se equivocan quienes dispensan a los demás ese antidemocrático cordón sanitario con el que se erigen en guardianes de las esencias para señalar y acosar a destajo como si les pertenecieran la vida y las libertades de los demás.

Como molinos gigantes de viento, el quijotismo político se ha inventado un hidalgo y castizo fascismo imaginario que trasladado al siglo XXI se levanta hacia el cielo capitalino como las alargadas Torres de Madrid. El skyline de la ciudad da cobijo a los colosos rascacielos cual si fueran los cuatro jinetes del apocalipsis a la caza de fascistas. Son alegorías de la reconquista de la gloria política que representan, en efecto, la guerra, el hambre y la muerte. Si no fuera por los sondeos aguafiestas, ya dejó escrito Cervantes que "la aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear (...), porque ves allí amigo Sancho Panza donde se descubren treinta, o poco más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que esta es buena guerra, y es gran servicio a Dios quitar tan mala simiente (fascista se supone) de sobre la faz de la tierra". Y Sancho y los madrileños responden a estos quijotes del fascismo: "Mire vuestra merced que aquello que allí se parecen no son gigantes, sino molinos (torres) de viento...". Pero vuelta el burro al trigo con todo el cervantino aparato mediático y político para que a fuerza de repetir una mentira se convierta al menos en esa media verdad con la que llegar al 4-M bajo el efecto multiplicador de los panes y los peces, en este caso del scanner y el CIStezanazo cocinado.

Los impuestos impositivos 


No es redundancia, es constatación de la presión fiscal que sufrimos en España. En contra de lo que pide Bruselas, España es el único país de la UE que prevé subir los impuestos en vez de bajarlos. Mientras Francia, Alemania e Italia planean una rebaja de impuestos, Sánchez se pasea de presentación en presentación con su plan de Reconstrucción, Recuperación y Resiliencia por los escenarios de la propaganda como si pusiera los miles de millones de su bolsillo. Bruselas puede hacer la vista gorda con subida de impuestos directa si no se toca la reforma laboral cuya derogación estaba comprometida en los acuerdos de coalición. Pero en realidad, quienes pagarán la factura, como siempre, serán los ciudadanos, a los que el sanchismo oculta la realidad impositiva o la congelación de las pensiones por partidismo electoral. No es extraño, por tanto, que cuando los madrileños escuchan a Ayuso comprometer una rebaja fiscal se piensen el voto hasta acariciar la mayoría absoluta en solitario.

Innoble fuerza del sectarismo 


José Félix Tezanos, en otro tiempo sociólogo, a día de hoy socialista a tiempo completo en la cocina del CIS, no solo avergüenza a la institución que preside, sino que causa espanto entre los profesionales de la sociología y la demoscopia por su falta de ética y escrúpulos. Tras equivocarse más que Vinicius rematando a gol, Tezanos admite que sigue haciendo encuestas sobre las elecciones de Madrid, un hecho sin precedentes que revela a las claras su servicio al Gobierno gastando dinero público de todos los españoles. Aunque Tezanos niega que los resultados se los facilite a la Moncloa, nadie se cree a estas alturas al personaje ni a sus jefes, caracterizados por un pinochismo político sin complejos al que le sobra sectarismo. Lo cierto es que Tezanos pronosticaba empate entre los bloques de derechas e izquierdas en un intento de movilizar electorado. Y lo hizo en contra de todas las demás encuestas con métodos poco profesionales.

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