Opinión

Y por cuarta vez, resucitó...

Crónica satírica de ficción sobre la resurrección periódica del dictador. Con Franco se gobierna mejor
Valle de los Caídos. EFE
photo_camera Valle de los Caídos. EFE

PLANTEA DUDAS democráticas. Y ya veremos si es constitucional. La llamada Ley de Memoria Democrática, versión 5G de la desmemoria histérica de ZP, ha irrumpido en la nueva normalidad como un truco trilero con el que distraer de lo esencial. Cual conejo de la chistera parido sin ayuda de cesárea, PSOE y Podemos han resucitado de nuevo a Franco por cuarta vez en democracia. La primera resurrección del dictador fue con aquella deliciosa novela de Fernando Vizcaíno Casas —"Y al tercer año, resucitó"— de la que hasta se hizo una película cómica. Vizcaíno Casas recreaba los tres primeros años de la Transición española partiendo de la ficción imposible de un Franco vivito y coleando, como ahora, que hacía autostop para volver a su palacio de El Pardo el 20-N de 1978.

El libro contaba con talento y gran sentido del humor peripecias de sátira mordaz que retrataban una época histórica única que nos llevó de la dictadura franquista a la democracia mediante el perdón, la reconciliación, la concordia y la Constitución del 78. Fue un éxito de ventas que tiró 42 ediciones e hirió el orgullo de escritores estrella de aquel tiempo como Umbral o Cela.

La segunda resurrección de Franco —sin contar el 23-F, arrebatos de nostalgia fascista como la matanza de Atocha y el terrorismo también fascista de Eta— se hizo oficial con la Ley de Memoria Histórica del 26 de diciembre de 2007. Rodríguez Zapatero impulsó una versión guerracivilista de cunetas selectivas que reactivó debidamente la confrontación social y la tensión electoral con la que obtener rédito político mediante estrategias de polarización como las de hoy. La tercera resurrección de Franco llegó el 24 de octubre de 2019 con aquel paseo en helicóptero de superproducción televisiva, inspiración hollywoodense y finalidad también electoralista que no terminó de funcionar en taquilla porque PSOE y Podemos bajaron en la posterior repetición electoral de noviembre de la que emanó la actual coalición del insomnio. Aquella exhumación se realizó ante una España perpleja y boquiabierta sabedora de que había otras prioridades y desconocedora de la tragedia sanitaria y económica que nos esperaba a la vuelta de la esquina. Y la cuarta resurrección de Francisco Franco llega como anteproyecto de Ley de Memoria Democrática aprobado esta semana por el Consejo de Ministros en plena segunda ola del coronavirus.

Véase que al igual que la dictadura comunista de la República Democrática de Alemania, la denominación de la Ley contiene la palabra mágica que reivindica la democracia —dime de lo que presumes y te diré de lo que careces— pues aunque viste mucho da cobijo a ciertas tentaciones de adoctrinamiento totalitario lo cual, por otra parte, es muy franquista.

No descartemos que si el Covid termina siendo un estado de alarma permanente y el Supremo se pliega al archivo fiscal de las querellas por la gestión del coronavirus, la Ley de Memoria Democrática termine llamándose Ley de la República Democrática, que es en realidad el objetivo que inspira esta nueva resurrección del dictador con la que progresar debidamente hacia un cambio de sistema.

Por cuarta vez Franco resucita para convertir el Valle de los Caídos en un símbolo de memoria a la carta con expulsión incluida de los benedictinos como expresión de fobia religiosa. Resucita para transformar en asignatura obligatoria la memoria democrática de un solo bando. Resucita bajo amenaza de multas, persecución e ilegalización en una sola dirección. Resucita para culminar la vocación revisionista e intervencionista del mando único forjado a golpe de Fiscalía. De esta manera se sientan bases legales con tufillo a Inquisición con las que agitar los fantasmas del pasado por razones más próximas al partidismo sectario con el que reescribir la Historia que a necesidades de convivencia y de resolución de los problemas verdaderos de los ciudadanos tales como el coronavirus, la crisis económica, el golpismo sostenido de los separatistas catalanes y el blanqueamiento de los herederos de la banda armada Eta con los que se negocian los Presupuestos a cambio de cesiones a sus presos. Se rebajarán las penas por sedición sin perseguir los más de 300 asesinatos etarras sin resolver. Ya dijo la portavoz de Bildu en el Congreso: "Aquí estamos, condicionando el Gobierno de España y las leyes que aprueba". Palabra de esos que son socios potenciales de Sánchez e Iglesias sin que haya indicios de ilegalización de las fundaciones que hacen apología del terrorismo o del separatismo ilegal. Esos que se normalizan desde el Estado lamentando el suicidio de un etarra sin recordar la igualmente digna "memoria democrática" de las 800 víctimas mortales de Eta.

La resurrección de Franco que cada cierto tiempo saca a pasear el poder dominante es una nueva cortina de humo con la que estimular a un electorado que empieza a mostrar fatiga ideológica y vergüenza ética y moral pese a los platos dopados del cocinillas del CIS. Con Franco no se vivía en libertad, pero hoy se gobierna mejor. Y de paso se tapan las vergüenzas de la peor gestión europea del coronavirus y la imputación por financiación ilegal del socio del moño preferente.

¿Fiscalía de la memoria?

La Ley de Memoria Democrática tropieza con la Ley de Amnistía y con la propia doctrina del Tribunal Supremo y del Tribunal de Estrasburgo que hasta en siete ocasiones han rechazado re-sentenciar los consejos de guerra del franquismo. Crear una Fiscalía con la finalidad de favorecer los postulados ideológicos del Gobierno es una prolongación más de la obsesión social-comunista por politizar la Justicia tras el desafortunado y partidista nombramiento de Dolores Delgado. La ley de PSOE y Podemos incurre en el habitual doble rasero gubernamental porque olvida el pasado golpista de la izquierda en la II República para poner el foco solo en el golpe de Franco. Este Gobierno tiene demasiada memoria para la Historia ya superada que no está entre las preocupaciones sociales, pero incurre en un clamoroso alzhéimer amoral al olvidar los 54.000 muertos por Covid o las recientes víctimas de Eta. Cada vez que Sánchez restriega a Casado la guerra del 36 le reprocha que no haya acuerdo para renovar el CGPJ, lo que demuestra que su sentido de Estado, de la democracia y de la memoria es puro egoísmo de supervivencia política y no justicia histórica verdadera.

En forma de paripé

A veces la sociedad tiene la sensación de que el Gobierno está simulando el gran paripé de la negociación de los Presupuestos para justificar una nueva prórroga de las cuentas de Montoro. Vemos una ministra de Hacienda que habla y habla de los Presupuestos sin concretar nada de nada. Contamos con un vicepresidente que trabaja en contra de Cs y se reúne en otro paripé ocupacional para camelar a los proetarras de Bildu y los golpistas de ERC doblando las reuniones de la otra vicepresidenta. Y nos aproximamos a una fecha tope, el 15 de octubre, para que España muestre a Europa las credenciales fiables de la recuperación en forma de recortes. Es la crisis del coronavirus que, además de mostrarnos al experto Fernando Simón buceando en Mallorca, nos entretiene con la reunión salvadora de Sánchez y Ayuso y el suspense de nuevas medidas en Madrid. España padece incontinencia crónica, empezando por el casi inhabilitado Torra al que el Gobierno adula y corteja, y terminando por el socialista Tezanos, que ha convertido el CIS en un Manual de Resistencia socialista.