Opinión

El polémico Piqué

CON PIQUÉ, el futbolista, hay dos soluciones: ignorarlo o meterle una querella. Gerard es muy bueno en el campo y con Shakira, pero se ha convertido en un forofo extremista huérfano de la mesura que se le requiere a un personaje público que influye en la sociedad por su relevancia. Anteriormente fue el público español el que le silbó reiteradamente por sus salidas de tono con España y sus pronunciamientos independentistas que nunca deben ser motivo de propaganda deportiva. Pero ahora desliza una conspiración madridista para explicar la imputación de Messi y Neymar, como si hubieran sido Florentino y un Real Madrid carente de «valores» los culpables de que los culés hayan sido imputados por delito fiscal. Respira por la herida de las sanciones arbitrales, y destila siempre esa radicalidad político-futbolera con la que siempre trata de explicar las derrotas y errores de ese Barça que tan bien juega sin necesidad de ayuda. Su entorno le considera un futbolista con cabeza, pero a fuerza de escucharle resulta un solemne crío abonado a la pataleta y a los rencores insatisfactorios de la frustrada necedad.

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