Opinión

El camarada Putin

Al pequeño Napoleón de la KGB, el camarada Putin, se le está haciendo grande la invasión de Ucrania. La guerra de Vladimir no está siendo un paseo militar. Putin está perdiendo la batalla de la opinión pública mundial, y corre el riesgo de caer derrotado en su propia masacre soviética. Como todos los dictadores, tiene una tendencia natural a secuestrar y tergiversar la verdad, a prohibir todo relato que no le sea favorable. Además de los ucranianos, la UE y Occidente, los principales enemigos de Putin somos los periodistas por contar su delictivo ataque a la libertad y los derechos humanos de un pueblo indefenso. El camarada Putin ha promovido una ley para castigar la información sobre la guerra contra Ucrania con toda la carga del totalitarismo comunista: aquello que no se cuente como Rusia quiere es una noticia falsa. Se acuerdan, ¿no? ¿Se acuerdan de lo que algunos promovieron en plena pandemia en España? Toda comparación es odiosa, y más cuando hay paralelismo con una agresión bélica. Pero recuerda bastante al relato de parte, al estás conmigo o contra mí, a la implantación del pensamiento único y la mutilación de toda discrepancia. Para Putin y el comunismo, los periodistas somos agentes extranjeros, poco menos que espías. Ataque, invasión o guerra son palabras malditas para el régimen comunista ruso cuyo uso castigará con penas de 10 a 15 años de cárcel. Por tanto, no solo estamos ante una guerra armada, sino ante una guerra de la información sin precedentes que será decisiva a la hora de inclinar la balanza.    

La política no deja de ser, lamentablemente, una guerra de la información. Apenas distinguimos ya entre propaganda y noticias, porque todo queda supeditado a la procedencia de las mismas. En los últimos años España ha padecido de forma alarmante y acentuada la transformación de la información en desinformación. Y con la crisis del PP se ha visto hasta dónde es capaz de llegar la estrategia. Nuestro país se ha convertido en un terreno propicio para el enfoque fake, tal y como experimentamos durante el procés golpista, precisamente por influencia rusa. Pero en el propio discurrir de la actualidad comprobamos interminables ejemplos. La política ha colgado en un gran tabloide de partidismo toda la información que genera. En España se puede culpar al rival de extremismo mientras pactas con el extremo contrario, como sucede en la coalición de Gobierno. El ejecutivo de Sánchez no duda en usar el lema ‘Una recuperación justa’ en una rueda de prensa con von der Leyen sobre Ucrania. El propio presidente del Gobierno utilizó los colores de la bandera de Ucrania en el Comité Federal del PSOE mientras colocaba sus mensajes políticos programáticos empezando por el 8-M. Podemos llama ‘partido de guerra’ al PSOE, su socio, y después lo desmiente. Y Sánchez se sitúa en el lado correcto de la Historia tras mandar armas a Ucrania que primero negó. La guerra de la información y la desinformación se multiplica en periodos bélicos, pero ya se había instalado en España en tiempos de paz. Por eso alarma que cualquier parecido con el camarada Putin no sea pura coincidencia. 

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