Opinión

Diario de cuarentena, capítulo 3

En el diario de cuarentena anoto hoy que el sonido de los aplausos empieza a calar como terapia del olvido. Los españoles homenajeamos a nuestros sanitarios merecidamente como héroes de la lucha contra la pandemia, pero ese festejo terapéutico diario corre el riesgo de tapar la realidad. "Estoy hasta los huevos de aplausos a las 8 y putadas el resto del día", me dice un médico cualificado. O sea, que aplausos sí y mejor sueldo también por jugarse la vida.

Menos mal que desde el balcón de los aplausos y los sueños sigue animando el cotarro mi vecina guapi, la divorciada. El otro día, tras la ovación del confinamiento, se le ocurrió gritar desde su terraza que era más fácil guardar la cuarentena posparto que la cuarentena de Sánchez. Cuando lo empezó a explicar los maridos de la calle se asomaron en tromba a la balconada vecinal como si no hubiera un mañana, no siendo que les cayera una mirada de pícara atención. Se llama Marina, y tiene revolucionada la calle del confinamiento desde que le dio puerta a su esposo por pegársela con una becaria, justo antes del 8-M de 2019. Dice con mucha gracia y muy mala leche que la becaria en cuestión no le llega a ella ni al jadeo del orgasmo. Si, desde que ha cogido confianza es muy descarada, como si se quisiera vengar de su ex en escarnio público aprovechando la socialización de la pandemia.

En el diario de cuarentena los españoles señalamos que Sánchez nos considera peligrosos sospechosos asintomáticos susceptibles de aislamiento en recinto oficial, al parecer voluntario. Estamos atrapados en el Gran Hermano gubernamental. No terminas de desayunar y ya nos están vigilando con las ruedas de prensa de la Moncloa, diciéndonos como tenemos que pensar. Desde el señuelo de la presunta transparencia, el Gobierno fabrica el relato para manejar a un pueblo obediente y temeroso del contagio. Y nos envuelve con populismo de proteccionismo intervencionista estatal parafraseando a Kennedy o imitando a Churchill mientras el presidente nos tutea y nos llama compatriotas. Desde la coalición promueven el chivatazo ciudadano a quien no termine de comulgar con lo oficial. Y hasta se habla de la existencia de una «organización criminal» para crear bulos contra el Gobierno. Por esa regla de tres, el pueblo soberano está en su derecho de denunciar la gestión gubernamental fake que haya incurrido a sabiendas en toma de decisiones equivocadas y tardías contribuyendo con ello a la expansión incontrolada del coronavirus mortal. Somos ciudadanos geolocalizados, privados de derechos bajo estado de alarma y sometidos a la tentación de una nueva ley mordaza.

Los españoles nos empezamos a acostumbrar a la cuarentena de Sánchez, pero también a rebelar. El Covid-19 terminará de ceder por agotamiento pese al mando único cuasi bonito que encadena comparecencias oficiales televisadas sin darnos seguridad ni confianza ni un respiro de compasiva sensatez. Ya vale, queridos políticos. Basta de anestesia y propaganda. Queremos resultados eficaces para escribir en el diario de cuarentena quienes han sido los responsables de este desastre, además del virus del mal. Porque los hay, y no se irán de rositas tras el funeral de la verdad.

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