Opinión

Ceuta, Melilla y el Sáhara

EL VIRAJE histórico de Sánchez respecto al Sáhara se puede interpretar de muchas formas, incluida la debilidad de España en política exterior. Pero sobre todo hay que analizarlo desde la perspectiva de Ceuta y Melilla, y también de las Islas Canarias. Negar que Marruecos ambiciona la soberanía de las ciudades autónomas españolas es dar la espalda a la realidad y engañarnos a nosotros mismos como españoles miembros de la Unión Europea. Sólo una renuncia pactada de Rabat a Ceuta y Melilla, que debería ser explícita, pública y oficial, explicaría la decisión de Sánchez. Una decisión que ocultó al parlamento español, a la oposición, a sus socios de Gobierno, a la Onu, a Argelia y no sabemos si al rey Felipe VI y a Bruselas. El tiempo dirá si ese volantazo sin consenso en política exterior de Estado es acertado en el fondo, porque en la forma ha dejado mucho que desear, como nos tiene acostumbrados el insomnio de Sánchez. Estamos sin duda ante un movimiento forzado por la geopolítica internacional y la invasión rusa de Ucrania. Al norte, la frontera comunitaria está amenazada por Putin, con una Otan inmovilizada por falta de justificación para una respuesta militar y una Europa común dependiente del gas ruso. Al sur, la frontera con África es España, empezando por Ceuta, Melilla y Canarias, constantemente amenazadas por el flujo migratorio que el Rey Mohamed VI administró convenientemente hasta que Sánchez ha cedido. Si Moncloa ha movido ficha sin asegurar el suministro de gas argelino y la seguridad de Ceuta y Melilla, la decisión resulta tan temeraria como traicionera. Y si EE.UU. no ha dado el visto bueno para comprometer a Biden con la integridad territorial de España, Sánchez habrá calibrado mal el beneficio obtenido. Cuando a finales de 2020 Trump reconoció el derecho de la soberanía marroquí sobre el Sáhara, el Gobierno español guardó silencio por los habituales prejuicios ideológicos. Y ahora, cuando la administración demócrata de Biden respalda a la republicana de Trump es cuando Sánchez abandona la posición española de neutralidad respecto al Sáhara. No olvidemos el respaldo decisivo de EE.UU. a España ante el asalto marroquí a la Isla de Perejil en pleno gobierno de Aznar, algo que habrá tenido muy presente Sánchez en el momento de escribir al rey alauita. Y todo después del caso Gali, lo que provocó la mayor crisis diplomática y migratoria reciente con Marruecos. 

En todo este contexto conviene no olvidar el empuje del terrorismo islamista desde suelo africano. Sería de necios ignorar las dudas sobre la autoría intelectual de los atentados del 11-M en suelo español y los vínculos que muchos establecieron con los servicios secretos marroquíes ¿Hay algo que no sabemos? Todo este rompecabezas ha contado en la precipitación de la decisión sobre el Sáhara, cuya primera anomalía es que se haya conocido a través de la filtración de Marruecos de la carta de Sánchez, si es que no ha estado pactado. O sea, si el Sáhara es a Marruecos lo que Ceuta y Melilla a España, resulta fácil sacar conclusiones. 
 

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