Opinión

Sánchez en Biarritz

LA CIRCUNSTANCIA es bien distinta a cuando el expresidente del Gobierno José Luis RodrÍguez Zapatero asistió por primera vez a una cumbre del G-8. en 2009. Entonces la Gran Recesión se había desatado ya con toda su crudeza, aunque en España habría que esperar a mayo de 2011 para sufrir sus consecuencias y aceptar que nuestro país en aquel momento constituía uno de los problemas fundamentales de la UE, pero se confiaba en capear el temporal.

Pedro Sánchez, aun estando en funciones, ha sido invitado a sentarse a la mesa de los grandes de la que sigue faltando Rusia, por sus excesos ultranacionalistas, y por invitación directa del anfitrión de la cumbre en Bia- rritz, Emmanuel Macron. Entre los principales mandatarios de ambos países existe buena sintonía a pesar de su distinta adscripción ideológica en este momento, y una visión similar sobre los grandes problemas que afectan a la UE y a la necesidad de enfrentarse a los retos del presente personificados en Donald Trump y Boris Johnson, sino que es preciso volver a armar un frente de fuerte compromiso europeísta con Alemania para impulsar la defensa de los intereses europeos frente a los nacionalismos rampantes que representan EE.UU., Rusia, Gran Bretaña y China, como demuestra en Hong Kong.

Sobre los grandes asuntos, tan grandes que es posible que no haya comunicado final de la cumbre, Pedro Sánchez se encontrará al lado de quienes defenderán las posiciones que parecen más sensatas frente a los halcones dispuestos a poner patas arriba los consensos económicos y políticos, que sin ser un dechado de virtudes han permitido que se hayan disipado algunas amenazas que Trump se encarga de revitalizar con su errática diplomacia.

Además a Francia le viene bien la participación de Sánchez en la cumbre porque así España contribuye a las labores de vigilancia de la frontera vasca para evitar el paso de los miles de manifestantes que acompañan a este tipo de reuniones, para recordarles que sus decisiones políticas suelen tener unos paganos que son siempre los mismos, las clases más desfavorecidas que más sufren las desigualdades, porque al borde de una nueva crisis de dimensiones mundiales, los líderes políticos más poderosos se han olvidado de la intención del expresidente francés, Nicolas Sarkozy, de refundar el capitalismo. También Felipe González advertía de que no se había salido de la crisis y ya se estaba entrando en otra.

La presencia de Sánchez en Biarritz tiene también una lectura nacional, porque todos sus posibles socios de la izquierda en una hipotética investidura se encuentran entre los que han hecho un llamamiento a protestar por la cumbre. ¿Desldaltad o discrepancias salvables?