Opinión

Ni mesa ni reencuentro

LA MÍSTICA entra en Moncloa por cuenta del Diálogo para el reencuentro. Así, en mayúsculas, lo dice la carta del presidente del Gobierno a Quim Torra. Y luego: "Es lo que millones de catalanes y españoles están esperando". "Catalanes y españoles", ojo, como si fueran categorías distintas y contrapuestas. Una forma de hacerle el juego a quienes desde el lado no español (lógica de Moncloa) hablan del encuentro de Torra con su homólogo y sus respectivos equipos para tratar sobre el futuro político de Cataluña.

Aunque describo el hecho, plasmado en la literalidad de una carta que apuesta por el diálogo como herramienta para darle una salida al llamado "conflicto catalán", soy de los que, ingenuamente tal vez, piensa que las concesiones no pasarán de ahí: gestos, buen rollo, muestras de cariño, teatralidad y música de violines para acompañar el arranque del Diálogo para el reencuentro.

Se lo pide el socio (ERC). Lo necesita para puntuar en la carrera por la hegemonía en el campo soberanista. Y si el socio puntúa en Cataluña frente a JxCat, Sánchez puntúa en el Congreso con los 13 escaños de ERC a favor de los PGE para 2020, que es ahora la clave de la gobernabilidad del reino de España.

El elemento insumiso, o al menos imprevisible, es el presidente de la Generalitat, cabeza de la delegación catalana llamada a negociar con el Gobierno del Estado. Torra no está por la labor de hacerle el juego a ERC ni a Sánchez. De entrada reaccionó con un "empezamos mal" al hecho de haberse enterado por la prensa de la fecha propuesta por Moncloa (lunes 24) para relanzar la mesa a petición de una impaciente ERC.

Torra la rechazó por razones de agenda y propuso otras fechas. Dos imposibles (viernes 21 y domingo 23 de febrero), por cumbre europea a la que debe asistir Sánchez. Y todas las demás (26, 27 y 28), ya en vísperas del gran baño de masas que el jefe político de Torra, Carles Puigdemont, va a protagonizar en Perpiñán el sábado 29 de febrero. Y ahí está el nudo del culebrón llamado a convertirse en la gran baza electoral de JxCat en su pugna con ERC.

Moncloa acepta la fecha del miércoles 26, a sabiendas de que el president tiene el puigdemoníaco encargo de reventar la mesa negociadora pidiendo lo imposible (amnistía, autodeterminación, relator y fin de la represión), para capitalizar en las urnas el "no es no" del Gobierno y la claudicación de ERC ante "los cómplices del 155".

Ese sería el guion de Puigdemont en su gran mitin del sábado 29 en Perpiñán, tres días después del previsible portazo en la mesa del Reencuentro. Mi impresión es que, por ahora, ni mesa ni reencuentro, a la espera de las urnas autonómicas.

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