Opinión

La (des)memoria

A LOS muertos hay que dejarlos en paz. Es una máxima tan cierta como otra que señala que la historia siempre la escriben los vencedores. Y de nada sirve reescribirla, porque el daño resulta irreparable. En todo caso, hay que enmendar injusticias, como por ejemplo la de Meirás. O restañar heridas, como la de la gente que tiene cadáveres de familiares represaliados en las cunetas. Pero más allá de ello y de sacar a un dictador de un mausoleo, como haría cualquier país democrático de nuestro entorno, cuanto menos se remueva el pasado, mejor. Sobre todo si quienes lo remueven e instrumentalizan son políticos –sean del bando que sean– que buscan siempre un rédito electoral sin importarles la fractura que suponga en la sociedad. Y es que en este país no hace falta profundizar mucho para que aflore cualquiera de las dos Españas que pueden helarnos el corazón, que diría el poeta.

El "y tú más" llevado al pasado

Sí, aceptemos que Largo Caballero no era lo que se dice un moderado. Sí lo era Indalecio Prieto, que, pese a ello, cometió errores en la revuelta de 1934. Pero de ahí a equiparar casi con Franco a los dos socialistas y quitarles una calle en Madrid va un trecho. 250 historiadores desmontaron la falacia.

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