A Aznar le gusta repetir que solo hay dos clases de políticos: los que ganan elecciones y los que las pierden. Está claro que Feijóo pertenece a la primera categoría. Lograr la cuarta mayoría absoluta consecutiva en un momento en el que el voto está tan atomizado y en plena pandemia no está al alcance de cualquiera. Lo debería saber Casado, que tras el fallido experimento en Euskadi con Iturgaiz y Ciudadanos trata ahora de atribuirse el éxito en Galicia cuando en realidad no le pertenece. Es más, debería preocuparle por la amenaza que supone para su propio porvenir. Cuenta Fernando Ónega en La Vanguardia que hace poco un "influyente alcalde" popular gallego le confesaba: "Estoy más cerca del BNG que del PP de Casado". En la calle Génova, dice el columnista lucense, aún no se han enterado de que en Galicia su formación es más un movimiento de amplia base social que otra cosa. ¡Que alguien se lo explique a Cayetana Álvarez de Toledo!, que no hace mucho se atrevía a lanzar algún reproche a Feijóo, el principal activo del PP en toda España.
Apuesta por la vieja política
Parlamento tricolor. Como en los viejos tiempos. Como admitió Pancho Casal, hay "fin de ciclo" del rupturismo y de la mal llamada nueva política.
