Opinión

¿Se quedará la verdad del caso Asunta entre muros?

Rosario Porto, durante el juicio.
photo_camera Rosario Porto. EP

¿Por qué unos padres matan a una hija a la que habían dado todo cuando estaba empezando a vivir? Esa es la pregunta que se repetía en bucle cuando asomaba el caso Asunta en los periódicos, en los juzgados y en los bares. Más allá de si unas cuerdas correspondían con otras o si en el coche grabado por las cámaras iba solo un progenitor o ambos, unos hechos que se encargó -con brillantez- de dejar probados el jurado popular para condenar a Rosario y Alfonso a 18 años de cárcel, la clave para la opinión era saber por qué lo hicieron. Y el misterio, habida cuenta del mutismo casi patológico de Basterra, parece que se quedará entre los muros de prisión, salvo que en las próximos horas se descubra alguna revelación de Porto en forma de carta de despedida.

Ellos siempre lo negaron todo y precisamente ella, durante el juicio, respondía a las acusaciones 'a la gallega', con la pregunta que todo el mundo se hacía: ¿Cómo iba a acabar yo con la vida de Asunta, a la que quería tanto y por quién me preocupaba tanto? Se refería a las clases de piano o de chino a la que llevaban a Asunta desde pequeña, poco después de que la adoptasen siendo todavía una bebé desde China tras una intensa lucha burocrática por convertirse en sus padres. La infancia de la niña fue idílica, como la imagen que proyectaba la pareja formada por la abogada Porto y el periodista Basterra. Pero las nubes llegaron y el matrimonio se separó. Al poco tiempo comenzaron también los claroscuros en la vida de Asunta; las clases de piano sedada y las inquietantes confesiones a sus amigas. Y el 21 de septiembre de 2013, la macabra secuencia entre Santiago y Montouto (Teo) sobre la que han corrido ríos de tinta.

Pero ni dos años más tarde en el juicio, entre cuerdas y pastillas de Orfidal, afloró la verdad sobre el caso Asunta; ni tampoco en el último lustro, en el que Porto fue sufriendo un progresivo deterioro psíquico, con tres traslados de prisión mediante, del que no se cansó de alertar su abogado y que terminó de la peor forma posible. Basterra, mientras, no se ha movido de Teixeiro y se ha mantenido fiel a su hermetismo. Hay pocas razones para pensar que la pérdida de su exmujer, como la de su hija, lo haga hablar.