Opinión

Copas en crisis

QUE LA marcha nocturna está en horas bajas no es ningún secreto. No hay más que darse una vuelta por cualquier ciudad gallega para contemplar los resquicios de los que otrora fueron templos de la movida. Auténticos dinosaurios de la noche camuflados muchas veces tras una fría puerta oxidada y pintarrajeada que guarda tras de sí innumerables -y a veces inconfesables- historias. La crisis, que se nota como en cualquier otro ámbito, dirán. Y es cierto, la gente no gasta como antes en salir de fiesta. Pero el problema de este sector, que vive de la juventud, es mucho más profundo. Debe hacer frente a una pirámide poblacional cada vez más invertida y al incontenible éxodo de jóvenes al extranjero, dos realidades de las que Galicia da buena fe. Por si fuera poco, muchos de los que viven aquí apuestan por el botellón como alternativa a los bares de primera hora, más como una moda que por necesidad. Al menos esa es mi percepción, pues no es la primera vez que veo a jóvenes en el supermercado racaneando por una botella de marca blanca de 5 euros mientras en la otra mano sostienen un smartphone de no menos de 500. Las prioridades han cambiado, supongo, y cada uno es libre hacer lo que quiera con su dinero y su hígado. Faltaría más... Divagaciones aparte, aprovecho estas líneas para mandar un mensaje de ánimo a los hosteleros nocturnos, los encargados de dar marcha a una vida que sería mucho más aburrida sin unas copas, aunque estén en crisis.

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