Opinión

Libertad

Todos somos Salman Rushdie, brutalmente agredido desde hace tres décadas y consumado hace unos días en un ataque homicida que casi le cuesta la vida. La incomprensión, la intolerancia, el radicalismo, el despotismo, el fanatismo y el desprecio más absoluto a la vida humana y una interpretación de la religión hasta los extremos humanos más inauditos e intolerables han permitido y permiten atropellos contra la dignidad del ser humano, la sociedad y la vida misma.

No somos nada sin libertad. Y sin libertad no hay justicia, ni dignidad, ni razón alguna. 

Inauditamente un hombre, que no se paró en el dolor y el terror que supuso una revolución y la interpretación más radical de suras y textos sagrados, condenó a muerte al escritor británico por aquellos ‘Versos satánicos’. Ese furibundo radicalismo henchido de brutalidad despiadada, de vesania y muerte lo vivimos muy cerca en la redacción de Charlie Hebdó y cuándo asesinaron a un gendarme que pedía piedad y compasión en aquella acera parisina. Aquellas viñetas, podrán herir algunas sensibilidades, pero no pueden suponer una condena a muerte a quiénes las dibujaron, imprimieron y publicaron. Es lo que nos separa la razón y la libertad de las bestias. De los animales que ejecutan, que asesinan, que matan, que buscan guerras, atentados y que tratan de imponer sus sacras teodiceas de la nada y la nimiedad del ser humano a base de terror, miedo, iniquidad, destrucción, intolerancia, abuso y violencia.

Rushdie probablemente salve la vida, aunque lleva tres décadas de una vida a la que le han recortado y privado de toda su libertad de ser, de sentir, de vivir, de viajar, de hablar, aunque él nunca lo ha perdido, pero siempre el miedo latente en cada rincón para ti y, sobre todo, para los tuyos.
Algunos celebran este atentado o lo bendicen en sus correlatos periódicos sin libertad de relato ni de información alguna, solo aplaudidos por toda una cúpula pretoriana que se reparte el poder en base a la religión y la teocracia. Celebran una actuación de un miserable ataque violento a una persona que probablemente jamás tuvo la intención de atacar ni ofender con aquella novela. La diferencia entre el ser libre y el no tener la libertad de escribir, de soñar, de pensar, de hablar, de reflexionar, de simplemente ser, estando, siendo, sintiendo, fabulando, narrando, ensayando donde la palabra lo puede absolutamente todo como ha de ser y siempre deberá ser.

Hoy todos somos Salman, y con ese ataque somos un poco menos si permitimos que el miedo nos atenace, que la sed de sangre nos embargue y la sinrazón nos abrace miserable pero a la vez inmisericordemente. Nada justifica aquella fatua ni tantos y tanto ataques y algunas muertes de turbante negro y blanquecinas barbas de tiempos pretéritos. Las revoluciones no tienen cabida. Como tampoco ninguna dictadura. Todas son un retroceso con independencia de la ideología. Solo la palabra, la democracia, la justicia y la libertad marcan y deben marcar el rumbo, atenazado de valor, de coraje, de fortaleza y de ejemplaridad.


 

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