El vandalismo en el centro se ceba con el patrimonio histórico a plena luz del día

Las paredes del atrio de la catedral aparecen con pintadas realizadas por pandillas que actúan con total impunidad
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photo_camera Pintadas en los muros del atrio de la catedral. ADRA PALLÓN

El problema del vandalismo y la violencia juvenil en el centro parece lejos de atajarse. A los episodios de violencia y de tráfico de drogas que hasta ahora mantenían en alerta a los vecinos se ha sumado el de los atentados contra el patrimonio histórico. Sus efectos pueden comprobarse en el mismo atrio de la catedral, cuyos muros han aparecido cubiertos de pintadas.

El espacio, que forma parte de un templo reconocido como Patrimonio Mundial, presenta garabatos y firmas en azul que, según testigos presenciales, fueron realizados por una cuadrilla de chicos y chicas a plena luz del día, en torno a las seis de la tarde, lo que da idea de la impunidad con la que actúan.

Las pintadas, que el tipo y color de pintura y los trazos apuntan a que son obra de los mismos vándalos, pueden verse tanto en los muros del atrio como en los bancos e incluso en el suelo. También en otros lugares en torno a la misma catedral, en especial en la parte superior de la calle Clérigos y en la Praza Fernando de Casas Novoa.

Es en estos lugares donde habitualmente se reúnen pandillas que han estado provocando constantes altercados, tanto por el enfrentamiento entre ellas como por violencia contra ciudadanos. Estos problemas han obligado a aumentar la presencia policial en la zona, pero el hecho de que esta no se mantenga constante y se relaje pasados los días provoca que en poco tiempo los ataques físicos y contra el patrimonio se vuelvan a reproducir.

Es en esta zona donde se han constatado peleas tan graves como el ataque con un puño americano a un padre que trataba de evitar que extorsionaran a su hijo, o las repetidas agresiones a una pareja de vecinos que incluso teme salir de casa ante la actitud violenta del grupo de jóvenes.

Varios de ellos han sido también relacionados con el tráfico de hachís y marihuana que se produce en el fondo de la Praza Maior y en la Praciña do Colexio, a la entrada del espacio joven del Círculo de las Artes.

Las medidas tomadas tanto por la Policía Local como por la Nacional no parecen haber sido efectivas hasta el momento. Una de las dificultades con las que se encuentran es buena parte de los jóvenes problemáticos son menores de edad, con lo que la capacidad de actuación es más limitada y en la mayor parte de las ocasiones se reduce a su simple identificación.

Pero, además, según denuncian los propios vecinos, la presencia policial no es constante, sino que se refuerza cuando suceden algunos de estos incidentes y se relaja a medida que se van olvidando, por lo que la situación vuelve a reproducirse al poco tiempo, en cuanto estas pandillas vuelven a sentirse a salvo de la vigilancia policial y retoman sus incívicas costumbres.