Opinión

Valores cívicos

LOS CIUDADANOS, conscientes de la importancia de la enseñanza para el futuro de las personas y del país, lamentan que vuelva a ser el juguete de este gobierno, como ocurrió en los años de democracia. La ministra socialista de ahora, como hicieron antes sus colegas populares, ya empezó su revolución –demoler la Lomce, reválidas incluidas, relegar la religión, cuestionar la enseñanza concertada...– y va a imponer cambios que vuelven a desconcertar a alumnos y profesores e irritan a los padres.

Pero dicho esto, muchos ciudadanos comparten el aporte innovador a la educación de la ministra Celaá: "Crearemos una asignatura de valores cívicos y será obligatoria", porque es una necesidad sentida en la sociedad por la pérdida de lo que se entiende por buena educación, aquellas pautas de comportamiento que enseñaban los viejos Manuales de Urbanidad y Buenas Maneras.

Parafraseando al pedagogo y escritor Gregorio Luri, hay tres palabras clave que ya no forman parte del vocabulario de los jóvenes y adolescentes –tampoco de los mayores– y son fundamentales para la convivencia: por favor, perdón y gracias. Es más, en nombre de la libertad de expresión se instaló el todo vale, cuyo ejemplo paradigmático es el uso perverso de las redes sociales en las que se vierten toda clase de desconsideraciones, insultos e improperios.

Por eso, salta a la vista la necesidad de la enseñanza de valores cívicos y constitucionales, como el respeto a la Constitución misma e Instituciones del Estado, el cumplimiento de las leyes, la correlación de derechos y deberes, el respeto a todas las ideas, creencias y opciones personales o el diálogo y la resolución pacífica de conflictos. Cabe decir lo mismo de la recuperación del respeto a profesores y compañeros y el saber estar en las aulas y otros espacios y actos públicos guardando las normas de comportamiento no escritas, pero aceptadas por todos.

Esta asignatura tiene por delante la ingente tarea de educar y enseñar a vivir en sociedad. Pero solo alcanzará ese objetivo si el temario está desprovisto de toda carga ideológica –a los niños hay que enseñarles a pensar, no lo que tienen que pensar–, es consensuado con todas las fuerzas políticas y obligatorio en todo el territorio nacional.

No soy optimista sobre estos acuerdos y, por tanto, presiento que la nueva asignatura será utilizada como arma de confrontación, como fue Educación para la Ciudadanía, y otra oportunidad de pacto perdida. Una pena.

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