UN DÍA hay que pulir la Constitución de lenguaje machista y otro hay que reformar el Código Penal en cuestiones de género para que les quede claro a los jueces. Otro día hay que penalizar los coches diésel. Sin previo aviso ni tiempo de transición, se anuncian los días contados del gasoil para sorpresa de fabricantes, concesionarios y usuarios de automóviles. ¿Quién se atreve hoy a comprar un coche con motor diésel?
Un día se anuncia el acceso universal a la sanidad pública y el final del copago en los medicamentos para determinados colectivos. Se rebaja el Iva del cine y se anuncian subidas en el impuesto de sociedades. Son ejemplos de un torrente continuo de medidas casi todas de contenido social y con incremento de gasto. Como lo fue aquella prisa por construir no se sabe muy bien qué imagen con aquella acelerada variedad de fotos en el inicio para el álbum del presidente: con gafas de sol en el avión, a pie de helicóptero o las manos como fuente de interpretación política.
Nadie negará que la llegada de Pedro Sánchez, o el final de Rajoy en la Moncloa, fue aire nuevo
La pregunta es si este Gobierno entró con prisa de hacerlo todo en poco tiempo: hay elecciones locales y regionales en menos de un año y la legislatura general va por el ecuador. O llegó sin programa y aplica en la adopción de medidas el mismo método de discurso de oposición de entrar a todo sin más, salvo cuando choca con la real política como en la lista de defraudadores que se acogieron a la amnistía fiscal, que ahora no se va a hacer público y desde la oposición se exigía.
Nadie negará que la llegada de Pedro Sánchez, o el final de Rajoy en la Moncloa, fue aire nuevo, un bálsamo para un país que perdía toda confianza. Hubo un amplio clima de optimismo que no guardaba relación alguna con las fronteras ideológicas. Pero entre tanto anuncio, que a veces parece improvisación o falta de estudio —véase el diésel— , y falta de llamadas al realismo en gasto y política económica pudiera irse con demasiada prisa aquella confianza.
