Opinión

Sí, pero no

LA SINCERIDAD es sin duda la peor aliada de los políticos. Huyen de ella como gato escaldado al agua hirviendo, lo cual no excluye raras excepciones. Pocas. Una de ellas es (podría ser) Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior y Seguridad Común de la UE. Por eso los independentistas catalanes respiraron viéndole lejos, vagando por Europa. Pero su 'quiero y no puedo' lo coarta y ata a su circunstancia partidista. Suponiéndole sincero cuando dijo eso de "que los jóvenes tienen una apuesta decidida por el cambio climático, eso que se puede llamar el síndrome Greta; permítame que lo dude, porque está muy bien salir a manifestarse por el cambio climático, hasta que no te pidan que contribuyas a pagarlo", pronto reculó. Su apresurada frenada, desdiciéndose, al apuntalar que "los movimientos juveniles que luchan contra el cambio climático tienen todo mi apoyo e inspiran a los políticos y a la sociedad", evidencia la escasa solidez de lo que representa la sinceridad y el sentido común en la jerga política y en el comportamiento de los que piensan una cosa y se arrastran hasta el sí pero no, respaldando en este caso inconsistentes, ruidosos e inasumibles aspavientos por el cambio climático, en vez de remar con sensatez para que el impulso no se diluya en barahúnda inútil.

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