Recuerdos lucenses del 23-F 40 años después

José Manuel Otero, diputado de UCD, y Pablo Pardo, del PSOE, vivieron con angustia 16 horas encerrados en el Congreso ▶ Los parlamentarios pasaron todo el tiempo en silencio y sin salir del escaño salvo para ir al baño con un guardia armado detrás
El teniente
coronel Tejero,
pistola en mano,
en el Congreso. AEP
photo_camera El teniente coronel Tejero, pistola en mano, en el Congreso. AEP

Lo que quedaría en la historia de España más reciente como un frustrado golpe de Estado era visto 40 años atrás —horas después de que entrase el teniente coronel Tejero en el Congreso, pistola en mano, con 200 guardias civiles tomando el edificio— como una vuelta a una nueva dictadura que pondría fin a las libertades recién conquistadas por la Constitución, aprobada tan solo tres años antes. La incertidumbre y el miedo por perder esas libertades se apoderó del hemiciclo cuando comenzaron a sonar los disparos al techo de los guardias civiles al tiempo que Tejero gritaba a los diputados —que votaban en la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo como presidente del Gobierno— las órdenes de "¡quieto todo el mundo, al suelo, se sienten coño!".

Allí, en el suelo, debajo de la mesa se encontraba José Manuel Otero Novas —entonces diputado de la UCD por Lugo— tomando notas para la historia de todo lo que estaba pasando en unas hojas que tenía a mano y pese a quedar terminantemente prohibido por los guardias civiles que acababan de entrar en el hemiciclo. "Nos mandaron tirarnos al suelo, estar en silencio y no escribir nada pero yo me resistí a ello y escribí varias notas debajo de la tabla de la mesa extensible que teníamos cada uno de los diputados en nuestro escaño. Escribí todo lo que ocurría. Eran unas hojas pequeñas pero me pareció que podía ser interesante y apuntaba todo lo que veía: cuando alguien hablaba o se levantaba", recuerda José Manuel Otero Novas, ministro de la Presidencia y de Educación con Suárez.

TEMOR. Para este diputado, el intento del golpe no fue una sorpresa. Asegura que se lo venía temiendo y que, incluso, advirtió de ello a Suárez y a Pío Cabanillas, ministro de la Presidencia entonces y después de Justicia. "Le dije a Pío Cabanillas, solo cuatro días antes del 23-F: "Vais a tener un golpe de Estado" y se echó a reír, no hizo caso. Yo le insistí: "Los gobiernos sois como los maridos engañados, sois los últimos en enteraros", cuenta.

23-fPor este motivo, no se sorprendió aquella tarde del 23 de febrero de 1981 cuando, sobre las seis y veinte, entraron varios guardias civiles armados en el Congreso. "Cuando entraron, otros diputados pensaron que eran miembros de ETA disfrazados de guardias civiles y yo les dije: "No, es el golpe". "Pero ¿qué golpe?", preguntaban. Nadie lo creía", dice.

Pero él sí se lo creía porque ya se lo esperaba. "La Transición fue muy difícil. Había, por un lado, el Búnker, que era un grupo formado por personas poderosas que tenían contactos con altos cargos militares. Y, por otro lado, estaba la izquierda más radical con ETA, el FRAP y el Grapo, que mataban y secuestraban y no querían la democracia. Incluso, en un congreso del PCE, en 1975, se dijo que la democracia no admitía más que el partido socialista. Es decir, que era una democracia de broma. También, en la Semana Santa de 1976, se celebró un congreso de la UGT donde se recordó el golpe de los socialistas de 1934 durante la República", recuerda.

El diputado por Lugo afirma que habló con Suárez y le comunicó sus temores, proponiéndole medidas para evitarlo pero todo se quedó en nada. "Se comprometió pero no hizo nada. Yo, en cambio, veía que la correlación de fuerzas conducían a un golpe de Estado. Incluso, la CIA sospechaba que algo había y luego ese militar que tenía contactos con la CIA fue importante en la solución del golpe", manifiesta Otero Novas, quien confiesa que llegó a ser amenazado por Tejero "cuando le dijo al gobernador de San Sebastián que me iba a pegar un tiro".

Pablo Pardo Yáñez: "Cuando fui al servicio, le pedí un cigarro a un guardia. Me dijo: "Vas a salir con los pies por delante, pero fúmalo" 

Eso no llegó a ocurrir ni fuera, ni dentro del hemiciclo. Cuarenta años después, Otero Novas todavía conserva en su memoria aquellas tensas horas en el Congreso de un 23-F que pasó a la historia. "Si querías ir al servicio, tenías que levantar el dedo y te llevaba un guardia civil con la ametralladora en la espalda. Lo curioso es que cuando llegué al urinario, me encuentro a Pío Cabanillas con otro guardia civil. Allí, los dos orinando y mirando hacia la pared me dijo: "Tú lo sabías". Y yo le contesté: "No, pero era de libro que iba a pasar", recuerda el diputado por Lugo.

Otero Novas dice que el momento con más tensión fue cuando los guardias amontonaron mesillas y otro mobiliario en los pasillos, como si hiciesen una trinchera. "Nos dijeron que nos apartásemos de la salida porque si había un asalto, habría tiroteos", afirma.

Otro mal momento fue cuando Fraga se levantó y se encaró a los guardias civiles. "Tejero lo sacó de la sala y Fraga le dijo: "No me ponga la mano encima". A lo que Tejero le contestó: "No le pongo una, sino las dos", cuenta.

Las horas se hicieron largas y había hambre. Los guardias civiles les dijeron a los diputados, en las primeras horas de la mañana siguiente y antes de ser liberados, que la Cruz Roja les traería un desayuno. "No lo aceptamos", cuenta Otero Novas. "Aguanté y me fui a desayunar después, cuando ya se acabó todo, con mi mujer, que me estaba esperando en el edificio del Banco Exterior, frente al Congreso, donde pasó parte de la noche", señala.

José Manuel Otero Novas: "Le dije a Pío Cabanillas, ministro de la Presidencia, y a Suárez que iba a haber un golpe de Estado y no me creyeron"

TABACO. Pablo Pardo Yáñez, diputado entonces del PSOE por Lugo, recuerda el 23-F con la tensión de tener muchas ganas de fumar y no poder hacerlo. "Llevábamos ya cinco o seis horas de encierro y la angustia era insoportable sin tabaco. Cuando fui al servicio, vi a un guardia que estaba fumando y le pedí un cigarro. Su respuesta fue: "Vas a salir con los pies por delante pero fúmalo", apunta.

Por la cabeza de Pablo Pardo, solo rondaba una idea durante aquellas largas horas: "Era que mis hijos podían volver a vivir la misma mierda de vida que viví yo durante la dictadura. Por lo demás, hubo alguna situación de tensión como cuando subieron los guardias a la tribuna y montaron los subfusiles, unas armas que disparan fácil pero, en general, miedo a que nos mataran no tenía. Estaba más angustiado y deprimido pensando que habíamos llegado a eso después de años peleando en la dictadura".

Pardo asegura haberse quedado atónito cuando vio entrar a Tejero y al resto de guardias civiles en el hemiciclo. Estaba a punto de votar ya que iban a comenzar por los diputados cuyo apellido empezaba por P, pero no pudo hacerlo. "No sabíamos si venían persiguiendo a alguien o qué pasaba hasta que escuché lo de "todos al suelo". Como los demás, me agaché, miré para el asiento de delante y le pregunté a mi compañero: "¿Qué pasa?". Me dijo: "Están tirando a Gutiérrez- Mellado". En ese momento, un guardia civil me vio y me dijo: "Que se tumbe» y me volví a agachar", rememora.

 LUGO 23-F

José Blanco, secretario de las Juventudes Socialistas en Lugo, leyendo un manifiesto a favor de la democracia y en contra del golpe. AEP

Este diputado no pegó ojo, como casi todos los demás a excepción de Antonio Rodríguez, un parlamentario ourensano. "Se quedó dormido como un ceporro", dice.

Con el paso de las horas, el silencio inicial dio paso a algunos susurros entre los diputados y también se oía un transistor por el que se iban informando de cómo transcurrían los acontecimientos fuera del hemiciclo. De alguna manera, se veía la luz al final del túnel. Pero cuando llegó el momento de la liberación, este diputado volvió a pasar por otro momento de una gran tensión. "Me olvidé la bolsa y la gabardina en el ropero y empecé a tener miedo porque era el último en salir, dado que tuve que volver, y pensé que, al no haber nadie, me podían pegar un tiro. Pero no ocurrió". dice ahora, cuarenta años después.

Pablo Pardo y José Manuel Otero Novas son los dos únicos diputados por Lugo con vida que estaban en el Congreso el 23-F. El resto —Antonio Díaz Fuentes y Julio Ulloa, por UCD, y Antonio Carro, por Coalición Democrática— ya fallecieron hace años.


Familias. Una noche sin dormir, pendientes del teléfono y la radio y temiendo lo peor
 

El Progreso recogió, días después del 23-F, la tensión sufrida por las mujeres de tres de los cinco diputados por Lugo que vivieron el golpe

Sus maridos estaban, como decía El Progreso entonces, "secuestrados" en el Congreso por un teniente coronel apellidado Tejero al mando de dos centenares de guardias civiles. Y ellas estaban en Lugo, pendientes del transistor —como el resto de los ciudadanos— pero viviendo con gran tensión el devenir de una larga noche bajo la amenaza de las armas.

EL PROGRESO Tres mujeres de cinco de los diputados con representación por Lugo contaban, hace 40 años, cómo habían vivido esas horas de gran tensión en la distancia.

Marta Gesto Fernández, entonces esposa de Pablo Pardo Yáñez, se enteró de lo que sucedía cuando escuchaba la radio en el coche mientras recogía a sus hijos del colegio. Estaba expectante porque iba a votar su marido, pero no fue así. "Me enteré por la radio. Estaba esperando a los niños, a la salida del colegio, y tenía la radio del coche encendida porque le tocaba votar. Estaba delante de la casa de una compañera de mi hija y, cuando oí lo que pasaba, mi primera reacción fue la de salir corriendo hacia allí. Estuve como loca pero luego me fui calmando un poco", comentaba hace cuatro décadas, al tiempo que añadía: "No hay quien aguante más. Es una guerra psicológica terrible. Confío en que todo termine pronto y bien, pese a la gravedad".

POLICÍAS. María Dolores Calvo Beato, esposa de Julio Ulloa Vence, de UCD, afirmaba antes de que fuesen liberados: "Estuve despierta toda la noche. No dormí nada. Tengo miedo de si entran para rescatarlos, que haya un enfrentamiento". Esta mujer añadía que solo tuvo valor para contar lo que estaba sucediendo en el Congreso al mayor de sus hijos, entonces de 8 años.

"Le dije: "Mira, unos policías han entrado en el Congreso y tienen a todos detenidos, incluso a papá". Él me contestó que "los policías son buenos", restando importancia, pero le dije que estos no".

También fue entrevistada por El Progreso, hace 40 años, Nieves Miranda, esposa de José Manuel Otero Novas, quien, además de ir hasta las afueras del Congreso, llamó a la mujer de Landelino Lavilla, entonces presidente del Congreso de los Diputados. "Por teléfono, hablé con Juanita, la esposa de Landelino Lavilla, que estaba, en el momento de producirse el secuestro, en la tribuna de invitados. Me contó cómo había pasado todo, cómo encañonaron a su marido, cómo le pusieron una pistola en la cabeza. Y me dijo: "Reza un poco y estate tranquila que no va a pasar nada", afirmaba.

Nieves Miranda temía por su marido que, además, sufría entonces un cólico de riñón, y decía: "Me da miedo porque se pueden poner nerviosos el teniente coronel, los guardias civiles o los mismos diputados. Y también porque mi marido no tomó las pastillas, pero ahora mismo lo que más me impresiona no es el cólico sino su vida", indicaba al periodista. 
 

En Lugo. Un pleno, dos protestas y mucha inquietud
La primera respuesta de los lucenses a aquel 23-F fue la de meterse en casa y dejar las calles vacías ya desde primera hora de la noche. La televisión apenas informaba porque estaba tomada por los militares y las ansias de información se saciaban con la radio y las llamadas a este periódico. Así lo relataba El Progreso: "Afortunadamente, en Lugo nada hay que lamentar y todo ha transcurrido en paz y en gracia de Dios. Nuestros teléfonos no dejaban de sonar, todo Lugo nos llamaba. Pese a las informaciones que el que más y el que menos recibía a través de los transistores —la televisión no decía nada y Radio Nacional solo emitía música militar—, todos querían confirmarlo por El Progreso".

Gobierno Civil
Las primeras reacciones políticas locales llegaban a las diez de la noche con un comunicado del Gobierno Civil, donde se celebró la Junta de Orden Público. Dicha nota constataba que la normalidad era "absoluta" y daba instrucciones para celebrar reuniones con las fuerzas políticas y sindicales, impedir manifestaciones callejeras y proteger a los medios con la Policía Nacional.

Juventudes Socialistas
Juventudes Socialistas, cuyo secretario era José Blanco, escondió su archivo y documentación pocos minutos después de la entrada de Tejero en el Congreso.

Concello
También el alcalde, José Novo Freire, convocó a los concejales en el Ayuntamiento hasta las diez de la noche. Al día siguiente, un pleno extraordinario del Concello aprobó un comunicado en defensa de la Constitución firmado por todos los partidos —PSOE, Coalición Democrática, Partido Comunista de Galicia y UCD— salvo por el Bloque, que presentó otro comunicado en paralelo proponiendo una depuración "dos elementos fascistas".

Manifestaciones
El 27 de febrero hubo una manifestación convocada por AP, PCG, UCD, PSOE, CC.OO. y UGT en defensa de la democracia. Entre tanto, el Gobierno Civil prohibía otra manifestación convocada por el Bloque, que fue disuelta por la Policía a mitad de camino.

 

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