Opinión

Plan B con V de verdadero

La España subsidiada ha quedado sometida al ingreso mínimo vital, renta social solidaria y necesaria ya existente en varias autonomías que en manos del Gobierno socialpodemita es un arma de dependencia masiva. La arbitrariedad con la que el BOE le reconoce al PNV la gestión foral del mínimo vital en Euskadi y Navarra y no en Valencia, Andalucía, Aragón o Galicia demuestra la naturaleza política de la respuesta al coronavirus que ya no es sanitaria ni económica. La gestión del mando único ha logrado enfrentar territorios mientras el Gobierno pacta sin complejos con los herederos de Eta y con los partidos separatistas catalanes que cuentan en sus filas con condenados por sedición golpista. De las cunetas viene desenterrando hace tiempo la izquierda a Franco y agitando con memoria selectiva ese espíritu guerracivilista con el que dividir y confrontar para primero alcanzar el poder y ahora mantenerse a toda costa. La propaganda gubernamental trata de atribuir la provocación y el discurso del odio a la derecha; derecha que para la izquierda es toda extrema desde el PP a Vox, antes trifachito de no ser por el repentino viraje de Ciudadanos. Siguiendo instrucciones y declaraciones de agitación, los verificadores de la verdad única repiten como loros sectarios que hay una conspiración golpista para derrocar al Gobierno, logrando atraer el debate político y la atención mediática a ese barro interesado que solo pretende desviar la atención de una gestión que es carne de banquillo. Que la CNN y The New York Times dejen como mentiroso a este Ejecutivo negligente en el recuento de test y de muertos solo recibe el desprecio del relato oficial que ignora los más de 40.000 fallecimientos que contemplan el Instituto Carlos III, las funerarias y las defunciones inscritas desde marzo en los registros civiles. De lo que se trata es de lograr la exculpación de Sánchez, Iglesias y compañía en la causa general de la pandemia incriminando a la oposición y haciéndola partícipe de la propia responsabilidad del mando único gubernamental que recae en PSOE y Podemos. El fin es mantener dividido el voto de la derecha y revestirla de la misma radicalidad ejercida desde el poder, al tiempo que se sientan las bases de un cambio de régimen sustentado en prácticas de dudosa vocación democrática, con brotes autoritarios de caudillismo y un pretendido recorte de libertades, incluida la tentación de mordaza a la prensa. La frialdad con la que actúa este Gobierno con la politización del virus ha derivado en la obsesión por sujetarnos la libertad y los movimientos. Ese afán socialista y comunista por controlarnos la vida transformando la tragedia de la muerte en un festejo marxista ha provocado la explosión de la calle en forma de caceroladas y protestas. Eso no se parece en nada a un golpe de Estado, que encuentra mayor paralelismo con lo sucedido en Cataluña y con los pasmosos arrebatos del poder autoritario represivo de la crítica social, los medios o la Guardia Civil. Ese es el auténtico plan B con V de verdadero.

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