Opinión

Los motivos del fin de la era Lezkano

El proyecto del técnico vasco en la ACB se vino abajo por contar con cimientos de barro

Natxo Lezkano da indicaciones a sus jugadores durante el partido ante el Manresa.ELISEO TRIGO (Efe)
photo_camera Natxo Lezkano da indicaciones a sus jugadores durante el partido ante el Manresa.ELISEO TRIGO (Efe)

LA DOLOROSA DERROTA sufrida por el Cafés Candelas Breogán y su penosa imagen como equipo fue el detonante de la salida de Natxo Lezkano de la entidad lucense. Pero, quizá, su destitución empezó ya a gestarse desde el mismo inicio de la pretemporada. Estas son las causas más evidentes del fracaso del proyecto en ACB del técnico vasco.

Deficiente planificación

Aún teniendo en cuenta que el limitado presupuesto no daba para grandes alegrías en un mercado exigente, los técnicos breoganistas arriesgaron en exceso, basando el proyecto en un jugador con cierta tendencia a las lesiones, como Henk Norel —apuesta que obviamente no funcionó— y acompañado en posiciones claves por jugadores veteranos —Arco, Úriz, Kinsey y luego Vidal—, lo que añadía riesgo a la apuesta, sobre todo ante la posibilidad de aparición de problemas físicos. Tampoco ayudó que la posición de base se completara con un jugador que tenía que adaptarse a esa posición. La larga lesión de Úriz y el mal inicio de Christian Díaz dejaron a Cvetkovic como único director de juego durante muchas jornadas. Es decir, el Breogán empezaba la Liga sin base y sin pívot, lo que en baloncesto es sinónimo de fracaso. Finalmente, las lesiones acabaron por destrozar las previsiones y dejar al equipo sin la necesaria pretemporada.

Muchas dudas y malas decisiones

Ante la avalancha de lesiones se tardó en reaccionar pero, aun así, se acierta plenamente con las incorporaciones de Jerome Jordan y Sergi Vidal, que llegan con contrato temporal. Poco después de la llegada de estos jugadores empiezan las dudas. Primero se prescinde de Tarence Kinsey, al que se le acusa de escasa implicación. La contratación del sustituto se alarga durante casi un mes —el 22 de noviembre se rescinde a Kinsey y hasta el 19 de diciembre no se anuncia la llegada de Millsap—, un tiempo excesivo y un fallo grave si se considera que esos jugadores ocupan una de las dos plazas destinadas a jugadores extracomunitarios. Es decir, jugadores  llamados a ser referentes en el equipo. Ni por asomo. Millsap ni se integra, ni lo intenta, y posiblemente tampoco se le ayuda lo necesario para acabar convirtiéndose no en una ayuda, sino en un problema más para el equipo.

En esa época, entre noviembre y diciembre, ya se especulaba con la posibilidad de que Jordan, que finalizaba contrato el 31 de diciembre, no siguiera en el equipo lucense. El Breogán, según parece, hace todo lo posible, pero finalmente el jugador decide apostar por un club que disputa competición europea, como es el Andorra. En el club, los técnicos ya se debatían entre la necesidad de sustituir a Jordan por un pívot o bien, que fue la apuesta de Lezkano, de contratar a un jugador más versátil y por lo tanto de características totalmente distintas a las del jamaicano. Llegó Dragicevic para jugar cuatro partidos, sin hacer nada relevante, y caer lesionado.

Falta de continuidad

Desde la marcha de Jordan, el equipo no solo ha detenido su progresión, sino que sufre una clara involución que tuvo su momento álgido en la pasada jornada. Sin una referencia interior, el Breogán pierde la esencia de su juego, al menos la mostrada durante el período que contó con Jordan y en especial durante diciembre. El equipo lucense —que desde la marcha de Jordan solo ganó un partido— es mucho más previsible, pierde gran parte de su amenaza exterior porque no genera desde el poste bajo, donde el Breogán ya no amenaza, y por lo tanto las defensas rivales se centran en la defensa de perímetro. El equipo lucense también pierde en gran medida su capacidad para anotar en transición, con lo que su ataque, pasa a ser de los más pobres de la competición. Sus deficientes porcentajes de acierto convierten al conjunto lucense en un equipo poco fiable, propenso a importantes altibajos. Una falta de continuidad que le condena.

Pérdida de identidad

Posiblemente, en la búsqueda de soluciones el Breogán se pierde en un continuo trasvase en cuanto al papel de los jugadores dentro del equipo. Algunos pasan de ser casi imprescindibles a ocupar un papel secundario —Cvetkovic en el inicio de la segunda vuelta— y otros pierden peso en las rotaciones, lo que deriva en una clara confusión sobre el protagonismo de unos y otros. Las dudas y los resultados negativos empiezan a pesar en un equipo de mentalidad cada vez más frágil y con un rumbo incierto.

Comentarios