Opinión

Quien a hierro mata

EL VIAJE en el avión oficial de Pedro Sánchez para, como objetivo principal, asistir con su esposa a un concierto en Benicàssim debería entrar en la normalidad del transcurrir habitual del presidente del Gobierno, si el puritanismo hipócrita no se hubiese colocado como falsa ética pública para hacer trizas al adversario y para eludir un ideal de moralidad alcanzable. Pero, claro, frente a los desmadres de la corrupción y de entender la vida pública, por parte de incompetentes y desvergonzados, como la vía más segura para hacer fortuna, se impuso el discurso fundamentalista de la intransigencia y el purismo frente a la normalidad. Sánchez es parte de ese exceso de falsa pureza y le llega ahora la respuesta que no se acalla con esa «agenda cultural» que le anota como recurso imposible la vicepresidenta Carmen Calvo. Es una contribución, la de la vicepresidenta, al sarcasmo general en un país que sabe curarse por la vía del humor. Como lo exige, esa cura cómica, que Ciudadanos hable de los costes medioambientales, además de los económicos, de ese viaje en avión a Castellón. Vamos a serenarnos un poco porque esto solo acaba de empezar. Un presidente del Gobierno lo es las 24 horas del día e incluso en vacaciones. Que sea normal que el presidente viaje en un medio oficial en un desplazamiento personal de fin de semana no significa que el parque móvil de ministerios, autonomías y administraciones provinciales y locales sature las carreteras o se estacione el coche oficial y hasta rotulado en el párking de una gran superficie mientras el cargo de cuarto nivel hace la compra. Fue hipocresía desvergonzada el escándalo con Esperanza Aguirre por parar en zona prohibida mientras acudía a un cajero. Habría que dar por buena esta «agenda cultural» de Sánchez si contribuye a ver como normal lo que es normal y a exigir responsabilidad en lo que es abuso y sinvergüencería.

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